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Daniel Capó

Las cuentas de la vida

Daniel Capó

Púgiles

Ser de izquierdas ofrece hoy un regusto indie inseparable de la cultura pop

El combate político no se da sólo entre la derecha y la izquierda o entre los partidarios del 78 y los que quieren desbordarlo, sino también -y de forma casi íntima- entre los dos pesos pesados de la izquierda: Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. El PSOE y Podemos han sumado sus fuerzas en un pacto natural, aunque incómodo y de innegables rasgos cainitas. Se trata de un lugar común en la historia (de Caín y Abel a Rómulo y Remo), en el cual la pasión por el poder se mezcla con la desconfianza, el miedo y los instintos asesinos. Sánchez e Iglesias son maestros en el arte de la propaganda, ambos -cada uno con sus armas- saben cómo construir un relato que se imponga a la sociedad, los dos sospechan el uno del otro y se miran con resquemor. Los dos aspiran a la hegemonía cultural de la izquierda, conscientes de que es ahí donde se juega ahora mismo la contienda de las ideas. Iglesias ha exigido ostentar un perfil internacional a fin de que se le abran las puertas de Europa y para ello cuenta con el control de la Agenda 2030, que es algo así como el decálogo de la modernidad. Sánchez lo contrarresta con un despliegue de vicepresidencias a mayor gloria suya: cuantas más haya, menos contará y menos visibilidad tendrá cada una. Para hacer frente al temor económico que suscita el comunismo -no olvidemos que Garzón, ministro de Consumo, se ha identificado como tal-, los representantes de la ortodoxia financiera -Calviño y Escrivá- mantienen el control de los presupuestos y de las partidas clave. Si Podemos es el fruto maduro del 15-M, el nuevo PSOE de Sánchez tiene menos que ver con la socialdemocracia clásica que con las nuevas políticas de izquierdas alumbradas en España precisamente durante el 15-M: partidos de izquierdas que apelan más a los instintos de las clases medias urbanas que a los intereses obreristas. Ser de izquierdas ofrece hoy un regusto indie inseparable de la cultura pop.

Sánchez e Iglesias deben conjugar su acción de gobierno o, por el contrario, acabarán tirándose los trastos a la cabeza como consecuencia de la descoordinación y de su afán de protagonismo. El griterío de la derecha favorece la consolidación del pacto de izquierdas, ya que nada une más a dos adversarios que ser objeto de ataques continuos por parte de un tercero. Y, al contrario, un centroderecha suave en las formas -aunque firme en sus principios- resaltaría el pugilato abierto entre los dos líderes de la izquierda. Porque al final, con una economía aún en marcha, serán los errores políticos sobre asuntos ideológicos -el acuerdo territorial, el papel de la justicia, la agenda identitaria, la fiscalidad medioambiental, la ampliación o la restricción de las libertades, la memoria histórica- los que definan el futuro de este gobierno. Y también el de la izquierda.

Al final, la política es inseparable del ego de sus protagonistas. Y, en una época definida por la atención constante desde los medios y las redes, cualquier paso en falso puede ocasionar un traspié de consecuencias imprevisibles. Conviene recordarlo porque a la derecha española le urge contar con un proyecto que ofrecer al país. O, lo que es lo mismo, tener algo valioso que decir más allá de los tópicos consabidos. Y a esto debería dedicar sus esfuerzos, a la espera de que los errores no forzados del gobierno empiecen a alimentar sus expectativas de voto.

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