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Jose Jaume

Desde el siglo XX

José Jaume

Dos papas para un nuevo cisma en la Iglesia católica

El Vaticano se las ve con un escenario insólito, parecido, por la dureza de la confrontación, al que se vivió con el Cisma de Occidente, en los estertores de la Edad Media

Ha sido el celibato sacerdotal, pero cualquier otra cuestión de la doctrina eclesial habría valido para lanzar una nueva ofensiva contra el papa Francisco, pontífice que concita en la extrema derecha de la Iglesia católica un odio con escasos precedentes. Basta ver la repugnancia que suscita en un amplio sector de los obispos españoles para darse cuenta de hasta dónde están llegando las hostilidades. La guerra abierta entre el Sumo Pontífice y sus detractores ha contado con la participación del papa emérito, Josep Ratzinger, Benedicto XVI, quien junto al cardenal guineano Robert Sarah, punta de lanza de la extrema derecha, que cuestiona y cuando puede bloquea las iniciativas de Francisco.

Lo que sucede en la Iglesia católica no es inédito, pero sí insólito: Ratzinger abdicó supuestamente por ser incapaz de hacer frente a los multitudinarios escándalos de pederastia que han enfangado a la Iglesia en medio mundo. También en España, donde los obispos de la cuerda del cardenal Rouco Varela, anterior arzobispo de Madrid, un ultraconservador afecto al nacional catolicismo, que ahora en el campo político tiene a Vox como defensor, frenan las iniciativas que llegan del Vaticano cuándo pueden y cómo pueden. El papa alemán, que dijo que se proponía guardar silencio, tiene 92 años, estado de salud delicado, pero ha decidido que su Iglesia está en serio peligro de desviacionismo, que son inaceptables los proyectos de su sucesor y que lo de eximir del celibato sacerdotal a territorios, como la Amazonia, en los que no hay hombres dispuestos a ejercer el ministerio crea una situación extrema. El libro, escrito junto al cardenal Sarah, Desde lo más profundo de nuestros corazones, es un compendio, por lo que ha podido conocerse, de la vetusta tradición de la Iglesia de Roma. Pero es únicamente un pretexto para reforzar la batalla contra Francisco y el sector modernizador. Un pretexto que busca ante todo lo que es esencial para el actual papado: proceder a la refundación de la Curia, a un cambio radical de la misma, tarea que le está resultando dificilísima al Papa, que probablemente no contaba con la beligerancia de su antecesor en el cargo. Ratzinger, en lo doctrinal, ha sido un papa que ha seguido la estela del polaco Wojtyla. Juan Pablo II propuso una imposible vuelta atrás: vaciar de contenido el Concilio Vaticano II y, en la medida de lo posible, retornar a los dogmas del Vaticano I y hasta los de Trento. No extraña que el archiconservador episcopado español no cupiera en sí del gozo que lo proporcionaba la vuelta a las esencias, que se vieron materializadas por el aluvión de canonizaciones de los llamados mártires de la Guerra Civil, al tiempo que se desatendía de los otros asesinados, los del franquismo. No puede sorprender que el papa Francisco no quiera poner un pie en España. La Iglesia española es un avispero en el que los nuevos arzobispos de Madrid y Barcelona, secundados por algunas otras ilustrísimas, pugnan en minoría para evitar el desastre.

¿Se encamina la Iglesia católica hacia un nuevo cisma? No es descartable. Francisco ha creado una sesentena de nuevos cardenales para asegurarse un posición de fuerza en el próximo conclave, el que deberá elegir a su sucesor. No puede abdicar mientras viva Ratzinger, por lo que ahora hay una situación de un cierto estancamiento: El Papa avanza en sus reformas muy lentamente, quiere evitar el cisma, pero ha dicho que aunque no lo desee no le asusta que pueda llegar a materializarse. Al tiempo, la extrema derecha eclesial refuerza sus embestidas: busca neutralizar a Francisco antes de que sea demasiado tarde, antes de que las reformas se hagan irreversibles.

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