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Joaquín Rábago

El Gran Disruptor

La estrategia del actual ocupante de la Casa Blanca consiste en hacerlo todo añicos

Hay un famoso y enigmático cuadro de Salvador Dalí que se conserva en el museo Reina Sofía llamado El gran masturbador. Título que me ha sugerido -no me pregunten por qué- el que encabeza esta columna. El Gran Disruptor, no hace falta explicarlo -y perdonen el palabro- es el actual ocupante de la Casa Blanca, cuya estrategia, que no locura, consiste en hacerlo todo añicos, en crear el caos, para sacar luego beneficio. El republicano, aunque sólo por conveniencia, Donald Trump ha dado al traste, entre otras cosas, con la separación de poderes en su país, con el derecho internacional y con el multilateralismo. Ha hecho trizas acuerdos trabajosamente logrados como el de París sobre el cambio climático, el tratado INF sobre misiles nucleares de alcance medio, o el firmado con Irán por varios países, entre ellos el suyo, sobre materia nuclear.

Ha condenado a la asfixia económica y a la penuria a naciones cuyos gobiernos no aprueba -aunque no sea el primero en recurrir a tan drásticos métodos- y amenazado con sanciones extraterritoriales a empresas de países aliados por no aseguir sus instrucciones. Ha cortejado sin complejos a dictadores, autócratas y monarcas feudales, continuos violadores de los derechos humanos, mientras se permitía despreciar olímpicamente a sus aliados, pretendiendo tratarlos como vasallos y no como socios. Se ha reído de su propio Congreso, ha llegado a acusar nada menos que de alta traición al presidente demócrata del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes y ha aludido malévolamente al hecho de que esos crímenes solían perseguirse antes con la pena de muerte. Pero ha polarizado sobre todo, como nunca nadie antes, a la sociedad de su país hasta el extremo de que algunos se preguntan si, en el caso de verse destituido por mayoría del Congreso o no resultar reelegido, se llegaría a una situación casi de guerra civil en aquel país.

En sus continuos tuits, que tienen en EE UU millones de seguidores, ha dicho mentiras, medias verdades y tonterías que sólo buscan generar confusión y hacer dudar a muchos hasta de lo que tienen delante. Algunas de las cosas que ha dicho, señala el periodista Alexander Hurst (en un artículo titulado The Vigilante President y publicado en la revista The New Republic), dan la impresión de que considera Trump la violencia parte de su arsenal y que sus partidarios no aceptarían sin más que el impeachment lanzado por los demócratas le sacara de la Casa Blanca.

Un individuo llamado Stuart Rhodes, que lidera la milicia ultraderechista Oath Keepers ("Mantenedores del Juramento"), describió en tonos apocalípticos la situación en su país: "Estamos al borde de una guerra civil caliente como la de 1859". Y hay en EE UU muchas otras milicias privadas de esa ideología. Esa retórica parece aludir a la existencia de un ejército en la sombra decidido a pasar a la acción en el caso de que vea destituido a su presidente por votación del legislativo, algo que, dada la piña que forman con Trump sus correligionarios, parece altamente improbable.

Con independencia de cómo Trump terminase abandonando la Casa Blanca -antes de acabar su mandato, por un impeachment que todo el mundo, sin embargo, descarta, o por no resultar elegido en las próximas presidenciales-no parece que sus partidarios fueran sin más a resignarse. Como escribe Hurst, si Trump fuera un auténtico Maquiavelo y no ese personaje ególatra, narcisista y profundamente incompetente, habría que temer por el futuro de la democracia norteamericana. Pero, se pregunta el periodista, ¿puede decirse lo mismo de sus incondicionales? ¿Aceptarían éstos sin mover un dedo su salida antes de tiempo de la Casa Blanca?

Post scriptum: Me llega, acabada ya esta columna, la noticia del asesinato en Bagdad, en un bombardeo "selectivo" de EE UU, del general Qasem Soleiman, comandante de la fuerza Quds, de los Guardianes de la Revolución Iraníes, una auténtica provocación que complicará mucho más el tablero político de todo Oriente Medio. ¡Atentos a sus consecuencias!

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