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Mercè  Marrero

La suerte de besar

Mercè Marrero Fuster

Amigos

Cada vez que un canal emite Grease, la veo. Aguanto los anuncios con tal de volver a ver a Travolta y a Newton-John bailar. He invertido más tiempo viéndola y reviéndola que haciendo cualquier otra cosa de provecho. Me pone de buen humor. Hace unas semanas, los protagonistas se enfundaron en sus trajes de película, se fueron a celebrar un evento promocional y hablaron de amistad. De su amistad. Cuatro décadas sabiendo que el uno podía contar con el otro. Más que suficiente.

La amistad es una relación libre. No elegimos a nuestros padres, hermanos, compañeros de trabajo y, si me apuran, tampoco a nuestras parejas. En el amor, somos víctimas de la hormona que se vuelve loca por una persona y no por otra. Sin embargo, tenemos total libertad para elegir a nuestros amigos, las personas con las que creceremos, maduraremos, reiremos, apoyaremos incondicionalmente y, de vez en cuando, echaremos una lagrimita. El psiquiatra y profesor de la Universidad de Harvard Robert Waldinger, autor del estudio más largo sobre la felicidad, concluye que quienes disfrutan de buenas relaciones sociales son las mismas que perciben que su vida es más satisfactoria. Así que, sabemos que los vínculos contribuyen a la calidad de vida, pero llevamos un ritmo que poco tiempo libre deja para cultivarlos. Paradojas de este siglo.

En países en donde el ‘modus vivendi’ de la gente deja poco o nulo espacio para el ocio, se ha puesto de moda alquilar a un amigo. Entras en una web, marcas tus inquietudes y una formulilla calcula con quién te puedes ir a tomar unos vinos o a quién le puedes contar que tu pareja te ha puesto los cuernos. Tiene que ser curioso ir al cine con alguien, pasear bajo las luces navideñas, compartir la opinión sobre el informe de la Abogacía del Estado y Oriol Junqueras y, en la despedida, soltarle unos cuantos billetes en agradecimiento por el tiempo invertido. Otras páginas web van más allá y, además de amistades, también ofrecen relaciones familiares ficticias. Leo sobre estas iniciativas y pienso en mis amigos. En la suerte que tengo y en lo poco que, a veces, lo demuestro. Recuerdo cuando Bea vino a verme al aeropuerto de Madrid, tras el concierto de U2 en el que no logramos encontrarnos. Yo volvía a Mallorca y ella tenía que coger el autobús de vuelta a Pamplona, pero vino a darme un beso porque sabía que estaba pasando una mala época. Y pienso en Hassan, mi eterno compañero de pupitre, que me envía mensajes a menudo para saber cómo está mi padre y si sobrellevo bien las Navidades. O en Sandra, que siempre me pasaba sus apuntes, me invitaba a un plato de lentejas y con la que lloré y reí a partes iguales cuando nos daba por pensar si nuestra vida tenía algún sentido. Y en Pili, que me trajo un escrito maravilloso el día que falleció mi abuelo y que siempre tiene frases y expresiones estupendas. O en Mercedes, una guardiana que no permite que pase más de un mes sin hacer una quedada de amigas. Y en Fernando, que ha aguantado estoicamente mis múltiples desamores. Puedo contar con ellos. Espero que ellos, y algunos otros que no nombro, sepan que, también, pueden contar conmigo. Y viva Grease.

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