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Juan José Millas

Tierra de nadie

Juan José Millás

La bolsa o la vida

¿Adónde va toda la gente que no nace ahora en España? Son decenas de miles, por lo visto. Niños y niñas que, en circunstancias normales, digamos que con un capitalismo menos violento, tendrían ahora cuatro o cinco años y jugarían en los parques junto a los que sí nacieron. Los hijos que no nacen debido a la precariedad laboral, a los salarios basura, al precio de la vivienda, etc., comienzan a ocupar más espacio que los que vinieron al mundo. Constituyen una ausencia que se ensancha y se ensancha de tal modo que enterramos ya a más personas que las que somos capaces de dar a luz. Hacemos lo difícil, que es despedir a los muertos, y no somos capaces de llevar a cabo lo fácil, que sería dar la bienvenida a los vivos. El desequilibrio entre los funerales y los bautizos es una de las manifestaciones del cambio climático.

Pero en la Cumbre sobre el Clima tampoco se habló de esto. No se mencionó la existencia de un ejército, el de los no natos, que forman una presencia invisible, aunque cierta, desde que en 2007 o por ahí cayéramos en lo que dimos en llamar crisis y que fue en realidad un cambio de modelo económico. Desde entonces, los beneficios de las empresas han crecido un 40% mientras que los salarios caían en picado y, con ellos, el número de embarazos. Hay, de facto, un control de la natalidad que nos escandalizaría si llegara a legislarse. Pero no es necesario porque se legisla solo. Basta con que un ayuntamiento o una comunidad vendan a sus fondos buitres amigos un lote de viviendas sociales por debajo de su precio real. Por cada uno de los desahucios provocados por tal operación, enterrábamos a tres ancianos y evitábamos el nacimiento de siete u ocho criaturas.

Nos viene a la memoria el escándalo que nos producía en su momento la política del hijo único implantada en la China comunista. ¿Cómo era posible regular una cuestión tan biológica y sentimental? Pues lo hacían, apoyados en la legislación, pero lo hacían. Nosotros, más listos, hemos comprendido que las mejores leyes son aquellas que no es preciso aprobar en parlamento alguno. No hay mejor control de la natalidad que el de la Bolsa. De ahí esa expresión: "La bolsa o la vida". Parecen incompatibles.

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