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Jose Jaume

Desde el siglo XX

José Jaume

Demasiados síntomas de agotamiento del sistema

No es cuestión sin importancia que partidos que como ERC tienen que decidir si se inviste a Pedro Sánchez prescindan de evacuar las preceptivas consultas con el jefe del Estado

El sistema constitucional español chirría en demasía. Le crujen las cuadernas. Síntomas inapelables de que requiere una intervención profunda y drástica, que no se ejecutará, porque la derecha no tiene intención de implicarse en ella estando en la oposición y en una situación de considerable debilidad. En realidad, es la práctica totalidad del arco parlamentario el que exhibe tantas carencias como necesidad existe de acometer las radicales reformas. Si se tarda demasiado puede que no se llegue a tiempo. Ha sucedido otras veces en la moderna historia española: cuando Alfonso XIII quiso insuflar vida a la Constitución en 1929 tras despedir, borbonear, al dictador general Miguel Primo de Rivera fue tarde. El cambio se lo llevó por delante trayendo la Segunda República. Antes, apoyos que se consideraban incondicionales del bisabuelo de Felipe VI lo fueron dejando en la estacada.

Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) tiene el poder de decidir si hay investidura a finales de diciembre o en los primeros días de enero. Es un actor esencial para acabar con el bloqueo posibilitando que se forme el gobierno de coalición de las izquierdas PSOE-Podemos. Pues bien, no es ninguna novedad, ya ha acontecido otras veces, pero que ERC, que tiene a su máximo líder en la cárcel penando una condena de 13 años por sedición, no acuda a Zarzuela para exponer su posición al jefe del Estado, el rey Felipe VI, como taxativamente establece la Constitución, de entrada es una incongruencia, una absurda anomalía, pero también algo más que permite atisbar la profundidad de la crisis institucional, que desde hace años avanza progresivamente deshaciendo los soportes del sistema.

Si sucede que uno o varios partidos parlamentarios eluden acudir ante el Rey, dónde está el papel que la Constitución atribuye al Monarca. Por la vía de los hechos se achica su figura, acercándola a la categoría de irrelevante. Y si llega el día en que la mayoría de grupos parlamentarios declinan ver al Rey, ¿qué ocurrirá? Felipe VI lo tiene francamente mal en Cataluña y en el País Vasco. No ha sabido ganarse su complicidad, necesaria, se quiera o no, para ser rey de España o de las Españas.

Así se abrió ayer la ronda de consultas regias de las que saldrá el encargo a Pedro Sánchez de presentarse a la investidura. Habrá que suponer que el candidato, haciendo de portavoz oficioso de ERC, le comunicará a Felipe VI que cuenta con los votos de los independentistas de la izquierda catalana para poder ser investido por mayoría simple. Por el camino, el rol del Monarca queda devaluado. El inútil desfile de portavoces por Zarzuela es un síntoma más, otro, de que las costuras del sistema se deshilachan lenta pero progresivamente.

Con Sánchez en la presidencia del Gobierno más a la izquierda desde la Transición toca esperar tanto a lo que hace como a las embestidas que vendrán desde la oposición de las desunidas derechas. PP y Vox protagonizarán una pelea muy dura. Amortizado Ciudadanos, que con Inés Arrimadas mucha cabeza no levantará, la extrema derecha se establece pétreamente como el secante del PP si Pablo Casado osa desplazarse hacia el centro. Al líder de la derecha tradicional la inesperada emergencia triunfal de Vox le ha embutido una camisa de fuerza que requerirá de un notable esfuerzo de liderazgo. Para desprendérsela se ignora si Pablo Casado lo tiene en depósito.

Mientras tanto ¿cómo resolver el asunto catalán estando quienes están en prisión y en las cercanías de unas elecciones a su Parlamento? ERC dicen que juega con los tiempos, pero más bien son éstos lo que juegan con ella.

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