Si tuviéramos que señalar un denominador común a todos los atentados que sufre el medio ambiente y que ha acelerado el cambio climático, podríamos referirnos a la falta de respeto por la vida y la naturaleza. Por otro lado, la falta de conciencia del valor que tiene aquello que es de todos es una de las lacras de nuestra sociedad; hay quien no lanza una colilla en el suelo de su casa, pero sí la tira en la playa o la montaña. La falta de respeto hacia el entorno natural, las especies que en él habitan y el mismo planeta es una consecuencia de la desacralización de la vida.

El sentimiento de lo sagrado tiene que ver con la esfera íntima de la conciencia individual y no con el seguimiento de unos postulados religiosos. Un ateo que no cree en dios ni en la religión posee un sentido de lo sagrado que lo aplica a su patria, sus tradiciones culturales, su idioma, su familia, sus hijos, etc. Todos los seres humanos, seamos religiosos o no, concebimos algo sagrado y algo que no lo es. Para H. Arendt lo privado tiene dos fundamentales sentidos. Uno es el de aquello que, con cierto carácter de sacralidad, tiene que ser protegido porque se trata de lo más propio de la existencia de cada cual, de ese ámbito de misterio de las fuentes de la vida.

El miedo a lo desconocido y la necesidad de desligarse de la religión para desarrollar el conocimiento científico, llevó a la sociedad occidental a crear un nuevo concepto de la naturaleza y la vida. "Desde el tiempo de nuestros más remotos antepasados hasta el siglo XVII se dio por sentado que el mundo de la naturaleza estaba vivo. Pero en los tres últimos siglos una cantidad creciente de personas educadas empezaron a pensar en la naturaleza como algo inerte. Ésta ha sido la doctrina central de la ciencia ortodoxa: la teoría mecanicista de la naturaleza", explica el profesor Sheldrake.

Leonardo Boff alega cinco razones para considerar sagrada a la Tierra. La primera es la más alta ancestralidad que siempre consideró la Tierra como Madre. La segunda razón es la constatación realizada por sectores importantes de las ciencias de la Tierra que ven en ella un superorganismo vivo; no solamente hay vida sobre la Tierra, la Tierra misma es vida. La tercera razón es la unidad Tierra y humanidad que componen un todo orgánico compuesto de ecosistemas, con sus diferentes formas de vida, especialmente la humana. La cuarta razón es que la Tierra y la vida constituyen momentos del vasto proceso de la evolución del universo. Hay una quinta razón que sustenta nuestra tesis, que se deriva de la naturaleza relacional e informacional de todo el universo y de cada ser. Esto quiere decir en la jerga cuántica que "todo tiene que ver con todo, en todos los puntos y en todas las circunstancias". Esto fundamenta el principio de cooperación, como la ley más fundamental del universo que relativiza el principio de la selección natural.

No cabe duda que hemos perdido algo fundamental en nuestra relación con el medio ambiente y debemos recuperarlo ¿De dónde proviene esta ruptura entre el hombre y su entorno? En gran parte por la idea que nos hemos formado de la noción de progreso, esto es, producir cada vez más ante la creencia de que la naturaleza es algo inerte que no es de nadie, de la que puede extraerse toda la materia prima que se desee. La vida y la naturaleza no son propiedades de la humanidad, son propiedades de ellas mismas. La ambición es hija, en este sentido, de la pérdida de conexión con lo sagrado. Esta concepción nos ha hecho perder la noción de ritmo natural. Y esto es precisamente lo que hemos provocado en el clima, una aceleración artificial. El clima siempre ha variado, pero a un ritmo natural, coordinándose con las especies. Ahora nos encontramos con un cambio brusco del clima y este fenómeno ha entrado en fase de emergencia climática.

Se hace necesario recuperar el sentido de lo sagrado relacionado con la vida y la naturaleza, si queremos solucionar los problemas del medio ambiente desde su raíz.