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Joaquín Rábago

Vargas Llosa y el mecanismo de proyección psicológica

Escribía el otro día el Nobel de literatura, metido a ensayista ultraliberal, Mario Vargas Llosa a propósito del derrocado presidente de Bolivia Evo Morales algo que cualquier psicoanalista pondría como ejemplo de mecanismo de "proyección".

Consiste ésta, como sabemos al menos desde que lo teorizó Sigmund Freud, en un mecanismo de defensa por el cual el individuo no reconoce deseos o sentimientos como propios y los proyecta sobre los demás.

Cuando Morales recorrió Europa, escribía Vargas, "luciendo su célebre chompita y repitiendo las idioteces que suele decir en sus discursos, cuántos europeos lo escuchaban embobados, ni más ni menos que si se tratara de un monito del zoológico y encima parlanchín".

"Ese secreto racismo, continuaba, ha estallado en Europa a diestra y siniestra (sobre todo a siniestra) en estos días mientras el pueblo boliviano se movilizaba contra un fraude electoral, y una vez más en su historia, conseguía arrojar del poder a un dictadorzuelo corrompido".

¿No estaba proyectando sobre otros - la izquierda europea- el ex admirador juvenil de Fidel Castro caído un día del caballo y transformado en liberal radical y admirador de la Dama de Hierro británica un racismo profundamente arraigado en buena parte de las clases media de aquel continente, de las que él forma parte? En su artículo, Vargas Llosa blanqueaba lo que es, a ojos de muchos observadores imparciales y con independencia de los defectos de Morales, un golpe de Estado e incluso ponía en tela de juicio que los muertos "que se produjeron durante los violentos disturbios" que siguieron al mismo fueran a consecuencia de las balas disparadas por las fuerzas del orden.

Vargas Llosa parecía incluso recriminar al presidente de México, López Obrador, el que se hubiese apresurado a salvar la vida del "dictadorzuelo" andino enviando un avión especial para que le recogiera a él y a su vicepresidente, al que calificaba de "Lavrenti Beria" boliviano, en alusión al arquitecto de la gran purga estalinista en la URSS. Para el autor de Conversación en la Catedral, todo lo ocurrido en Bolivia fue sólo consecuencia del deseo de ese "monito del zoológico" de perpetuarse en el poder mediante "un fraude grotesco", denunciado - prematuramente por la Organización de Estados Americanos (OEA).

Una organización que tiene de modo significativo su sede en Washington y cuyo secretario general, el ex canciller uruguayo Luis Almagro, es, al decir del novelista, el primer dirigente de la misma que "se preocupa decisivamente por impulsar la democracia en América Latina".

¡Curiosa manera de impulsarla, condenando un golpe - el número 189 desde la declaración de independencia de Bolivia en 1825- alentado por las fuerzas más reaccionarias del país, sobre todo las de la rica provincia de Santa Cruz, que lleva tiempo luchando por su autonomía! Nada menciona Vargas del papel que hayan podido tener los esfuerzos de las multinacionales de todo el mundo, incluida China, un actor cada vez más importante en aquel y otros continentes, por obtener las condiciones más ventajosas en la explotación de las ricas reservas naturales del subsuelo boliviano, sobre todo el litio.

En una larga entrevista con el semanario alemán Der Spiegel, el propio Morales reconocía haberse equivocado al confiar en la objetividad de la OEA como observadora del proceso electoral: "Sólo sirve a los ricos y poderosos. Lo he sufrido en carne propia". Morales acusa en ella del golpe a todos cuantos se negaron a reconocer el resultado de las elecciones: el líder de la oposición, Carlos Mesa, el presidente del llamado "comité cívico" de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, "procedente de una familia muy racista y cuyo padre apoyo la dictadura del general Hugo Banzer, con quien ganó mucho dinero".

Y culpa, por supuesto, también acusa a EEUU: "La primera vez que me eligieron presidente, me avisaron los mineros que habían sufrido la dictadura militar: ¡Cuidado con la embajada de EEUU! En 2008 expulsamos del país al embajador norteamericano porque había conspirado contra nosotros. Y durante la última campaña, llamé al jefe adjunto de misión porque no dejaba de agitar (a la gente) contra mí". Nada de eso parece, sin embargo, importar a nuestro novelista y miembro de la Sociedad Mont Pélerin, "think tank" liberal fundada por el economista austriaco Friedrich Hayek y a la que estuvo también asociado el Nobel de Economía Milton Friedman, quien inspiró los programas económicos de Margaret Thatcher, Ronald Reagan y el dictador chileno Augusto Pinochet.

Uno recomendaría a los propagandistas de las virtudes del liberalismo la obra del italiano Domenico Losurdo, que ha estudiado mejor que nadie la cara oculta de esa corriente de pensamiento: el colonialismo, el racismo, la esclavitud y la deshumanización de las clases no propietarias. Todo ello forma también parte de la gran tradición liberal que representan Locke, Mandeville, Bentham y tantos nombres ilustres.

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