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Javier Cuervo

Artículos de broma

Javier Cuervo

Una pieza vieja del ajedrez real

Andrés de Inglaterra ha dejado la vida pública por una entrevista en la BBC. Habló por la tele de su amigo Jeffrey Epstein, financiero, pedófilo y filántropo (valga la contradicción, si hay que creerse que quienes se promocionan dando sus migas a causas que desgravan aman a sus semejantes). Epstein se suicidó en su celda, pero en la estricta tabla de valores actual debería haberse ahorcado dos o tres veces para atenuar algo su culpa. El príncipe de York contó que Epstein le ayudó en sus contactos empresariales y fue poco compasivo con las víctimas, por omisión, y eso no gustó al público.

La familia real británica ya mostró su insuficiencia empática cuando se estrelló Lady Di, en el culmen de aquel "annus horribilis" del que los Windsor están emitiendo ahora la segunda temporada. La reina Isabel II no lo entendió, pero lo aprendió. El príncipe de York tampoco lo entiende porque también ha sido educado en la idea de que los sentimientos son una cosa que tienen y valoran mucho los pobres y algo que los Windsor deben rechazar fuera de Palacio y moderar dentro. Si sienten que sienten algo lo encauzan hacia los perros y los caballos para no avergonzarse.

No comprenden la empatía, cuya carencia les hace vulnerables, pero han aprendido a blandirla. El príncipe Carlos (heredero de la corona si llega a sobrevivir a su madre) ha empuñado la entrevista de la BBC y ha ejecutado a su hermano pequeño provocando su retirada pública, la "muerte monárquica", entendida como la muerte social en las familias reales. Andrés, que al nacer fue la tercera pieza de recambio de la monarquía inglesa, es el octavo, detrás de todos sus sobrinos y sobrino nietos. Demasiada gente. La pieza televisiva pudo con la pieza de recambio en el ajedrez de la reina vieja.

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