Diario de Mallorca

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Acabando el año sin apenas darnos cuenta de que haya pasado

1. Hay cosas que triunfan y nunca sabremos por qué. Esta semana es el Black Friday y hace un mes Halloween (y llevamos ya varios años). Con la pesadez de uno y otro, me refiero, y la metamorfosis de nuestra sociedad hacia una sociedad teledirigida. ¿Desde dónde? En los tres o cuatro últimos años ha triunfado también un concepto que ya existía desde los 60, pero como no hay memoria y parece nuevo, no hay día que no aparezca en uno ú otro periódico, en uno ú otro telediario: 'la España vaciada'. Es extraordinario: llevamos décadas donde en lo público se intenta -estúpidamente- sustituir la palabra España por esa abstracción administrativa llamada Estado español y España aparece de nuevo, aquí y allá, aunque sea para una foto de la desolación y el aislamiento. Y el sustituto de la vieja 'España vacía' -ya digo, los 60 y el boom turístico, el desembarco masivo en las ciudades, el abandono del campo- triunfa décadas después, como si fuera un invento nuevo, con 'la España vaciada'. ¿El secreto de ese triunfo? Sospecho que la buena fama de la irresponsabilidad. Así, 'vaciada' y no 'vacía', es como si alguien, un ente superior, el poder, una fuerza abstracta -y no la libertad de elección de cada individuo- hubiera extraído la vida que había en el campo y en los pueblos como los Dementors de Harry Potter extraían los buenos recuerdos de las personas y les dejaban sólo los malos.

Sin embargo en esa España vaciada hallamos casi todo lo que hemos perdido: no hay confort, no hay riqueza, apenas hay comunicaciones, pero la vida -de Soria a Teruel o Palencia, Burgos y sigamos- se mueve, para los que todavía la habitan, entre la memoria, el ciclo de las estaciones y lo verdaderamente esencial, al margen del mundo. En un libro de fotografías de esa España 'vaciada', leemos de labios de una mujer mayor del Maestrazgo: 'quiero quedarme aquí porque todo me habla'. Repito porque creo que es muy importante: 'todo me habla'. El habla como secreto de las cosas. Efectivamente: es algo que aún hacemos -de refugio en refugio- los que vivimos en una parte de la España saturada: quedarnos, porque todo -o casi todo- nos habla y cada día rogamos -y hacemos lo que podemos- para que no enmudezca o se hunda en el griterío. Y ni caso al Black Friday. Ni a Halloween, por supuesto.

2. Ha aparecido en el subsuelo de Madrid la casa-palacio del valido Godoy, el Príncipe de la Paz, el supuesto amante de la reina y -cómo no, Mallorca- el posible amante de un antepasado de don Toni de Bearn en la novela homónima. Han aparecido el sótano -con arcos y bóvedas de impecable factura y conservación- y media planta superior. Las ciudades crecen en estratos y en estratos sucesivos entierran su memoria. La España vaciada urbana se encuentra siempre bajo nuestros pies.

Hace un año me invitaron a una lectura poética en Badajoz, ciudad que no conocía. Me impresionaron la alcazaba que domina la ciudad, los jardines de La Galera, el parque de Castelar -con tantas aves como un bodegón flamenco-, el río Guadiana que desciende como una gran dama, y la conciencia de que sólo cruzando un puente y andando un rato estás en Portugal, ya fuera de España. Pensé en Baroja y la casona de Itzea, una de cuyas ventajas, decía el escritor vasco, es que estaba a dos pasos de la frontera francesa, cosa muy conveniente en un país como el nuestro.

La primera noche, dando un paseo con mis anfitriones del Aula Díez Canedo, me llevaron a la casa donde había nacido don Manuel Godoy. La casa tenía una fachada muy ornamentada, casi tanto como el retrato que Goya hizo del Príncipe de la Paz -también llamado el gran traidor- con uniforme de gala, bandas y condecoraciones. Godoy lo fue todo en la corte de Carlos IV y todo también en la España de finales del XVIII y primeros años del XIX. Fue amado y después, a partir del motín de Aranjuez y sobre todo del reinado de Fernando VII, odiado durante décadas y décadas hasta enterrar su memoria en el silencio. Su palacio madrileño desapareció: fue sometido a la piqueta y enterrado. Ahora ha vuelto a aparecer y recuerdo aquel paseo nocturno por la ciudad vieja de Badajoz y me pregunto si esa aparición encierra un misterioso significado sobre la historia de nuestro país ahora. Como me pregunto también si los hijos de la LOGSE saben quién fue Godoy y lo que es peor, si les importaría saberlo.

3. Unas palabras de la novelista norteamericana Rachel Kushner -flamante Prix Médicis Étranger del pasado año- que los que, en el mundo de las letras, aprovechando el lío general, quieren darle la vuelta a todo para instaurar su propio régimen, deberían escribir cien veces en la pizarra. Aquí van: "alguien me dijo hace poco que Nabokov se había pasado de moda. Y pensé: ¿ahora nos importa la moda en la literatura?"

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