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Miguel Vicents

Vía libre

Miguel Vicens

El purgatorio del transporte público

Los usuarios del transporte público en Mallorca son santos que subirán al cielo sin más paradas por su paciencia y abnegación. No hay purgatorio posible para estas almas acostumbradas a los cambios de horarios y tarifas que tantas horas pierden en la Estación Intermodal, los buses de la EMT o los vagones de Serveis Ferroviaris, lugares diseñados para la expiación. Para el resto de pecadores abandonar el coche para subir al bus, al metro o al tren no es una opción. Pues nuestros gobernantes se aseguran de que el transporte colectivo no suponga jamás una ventaja comparativa con respecto al automóvil. En eso son una garantía. El sistema es tan perfecto que si el medio de transporte escogido por el usuario para recorrer 15 kilómetros es el metro, el coche puede llegar al mismo punto de destino con un día y medio de antelación sin necesidad de que al volante vaya Kimi Raikkonen. Qué inteligente fue cerrar el suburbano los sábados por la tarde y los domingos. Pero tampoco es necesario rizar el rizo con transportes exóticos. En el tiempo en el que el bus número 46 de la EMT se desplaza del centro de Palma a la Bonanova y vuelve a golpear lo que queda del muro de Francesc Vidal i Sureda 77, un coche en hora punta realiza dos veces el recorrido y encuentra aparcamiento. Si el medio de transporte escogido por el usuario es el tren bala a sa Pobla, es probable que en menos tiempo un cohete ruso Soyuz-FG despegue del cosmódromo de Baikonur y acople con éxito un módulo de carga Progress a la Estación Espacial Internacional. Si se avería una catenaria de la vía, Sánchez puede romper antes de que la arreglen su acuerdo con Podemos y convocar nuevas elecciones. Así que no se baje del coche, aunque solo sea para evitar nuevos comicios.

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