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No mires atrás

Nada hay más peligroso que cerrar los ojos, que la ceguera voluntaria ante una realidad que nos desagrada. Durante 6 años, fui a terapia psicológica. Si algo he aprendido es que no sirve de nada hacer como si las cosas no hubieran ocurrido. El primer paso siempre es reconocer que algo anda mal. Luego, es imprescindible llenarse de valentía y coraje para mirar atrás y encontrarse con las viejas heridas cara a cara. Afrontarlas con el convencimiento de que no te van a ganar y, a fuerza de entender el pasado, cicatrizarlas. Es la única manera de seguir adelante. De ser verdaderamente dueña de tu destino. De evitar repetir errores. Porque sólo así aprendemos de ellos.

Leo que se ha suspendido en Salamanca un concierto de Música en la guerra civil 1936/39, impulsado por el director de orquesta José Ignacio Petit. El recital incluía piezas como el Cara al sol, Els segadors, el himno de la alemania nazi o el Eusko gudariak y ha sido cancelado por el ministerio de Cultura y Deporte "por motivos de actualidad política". Desconozco si esas razones pasan por la exhumación de Franco, los derechos colectivos de los CDR en Cataluña, lo complicado que lo van a tener algunos para aguantar una legislatura o los taytantos diputados de Vox. No seré yo quien les niegue que, a base de azuzar el odio y los bajos sentimientos para obtener rédito político, estamos consiguiendo que nos quede un país precioso. Y la mejor manera que tenemos ahora de intentar arreglarlo pasa por tratar de impedir que mire al pasado. La idea de que se puede cambiar una situación desagradable evitando conocerla surge de la desesperada confusión sobre la Historia, provocada por el miedo a ofender.

Una de las mejores exposiciones que jamás he visto fue la itinerante del campo de concentración de Auschwitz. Imposible no emocionarse leyendo las cartas que los judíos lanzaban desde los trenes, camino de la muerte y sabiendo que no iban a volver, con la esperanza de que alguien las recogiera y las hiciera llegar a sus familiares. O con los objetos personales de los asesinados, o con los testimonios de los supervivientes. Una muestra que no oculta -todo lo contrario- la mentalidad de Mengele o la propaganda nazi para deshumanizar al 'enemigo' y crear extranjeros en su propio país. Muy lejos de la apología. La idea es clara: no hace mucho, no muy lejos.

Porque conocer la propia Historia es la mejor manera de evitar que se repita. A sangre y fuego, de Chaves Nogales, debería ser lectura obligatoria en todos los institutos de España, más allá de estudiar en qué año fue la batalla del Ebro. Pero nuestro ministerio de 'Cultura' cree que es mejor no ofender. Porque hemos convertido nuestros sentimientos ante las cosas como referencia principal de los argumentos. Discutir cualquier posición es un insulto, un ataque hacia los derechos del otro. Lo mismo que hacer sonar una canción. Una nueva demostración de la infantilización de la sociedad; niños malcriados a los que les ofende su propio pasado y a los que papá estado protege de mirar atrás. Mientras nos fijamos en Alemania -que ha puesto un espejo delante de sus peores vergüenzas y las pasea alrededor del mundo para que todos puedan aprender de ellas-, y ya que hablamos de música, me sumo a un viejo deseo de Nadal Suau: a ver si llega pronto el día en el que este país aprenda a reivindicar sin L'Estaca.

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