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Antonio Papell

La oposición al Gobierno Frankenstein

Casado, que tendrá que gestionar sus políticas a partir de su grupo de 89 escaños, deberá dosificar con cautela las ayudas que le brinde Vox

El llamado despectivamente gobierno Frankenstein, que en realidad será, si cuaja, una coalición inédita entre PSOE y UP con otros aditamentos, tendrá serias dificultades para conseguir enjaretar unas políticas rectilíneas, moderadas, progresistas y sin embargo acordes con la ortodoxia europea. Tiempo habrá de ponderar y juzgar el programa del que apenas conocemos las líneas maestras, y cuyo desarrollo dependerá tanto de la coherencia interna del proyecto cuanto de lo atinado del equipo que haya de implementarlo.

Enfrente, el liderazgo de la oposición corresponderá a Pablo Casado, líder del Partido Popular, quien tendrá que gestionar sus políticas a partir de su grupo parlamentario de apenas 89 escaños, dosificando con extrema cautela las ayudas que le brinde el grupo parlamentario de Vox, con sus 52 escaños. La postura de Ciudadanos, con apenas 10 diputados, dependerá del nuevo liderazgo, pero son tantos los vínculos entre PP y Cs en los ámbitos autonómico y municipal que sería raro que este partido residual intentase recuperar cierta autonomía centrista apartándose del comprometedor "trifachito". Máxime si es Arrimadas la encargada de dirigir los restos del naufragio.

Pablo Casado, la joven promesa del PP que tras la salida de Rajoy ganó las primarias en buena lid frente a la candidatura de quienes se consideraban herederos del expresidente, se ha consolidado al frente de su formación a pesar de los malos resultados obtenidos tanto en abril (66 escaños) como el pasado día 10 (los 89 mencionados), gracias en gran medida a la cuota de poder territorial que consiguió tras las elecciones andaluzas de diciembre de 2018 y las autonómicas y municipales del pasado mayo. Poder que le fue entregado gratuitamente por Ciudadanos y por Vox, y que afianzó la opción popular material y psicológicamente.

Ahora, sin embargo, Casado tiene ante sí un dilema inquietante, en cuya solución se juega su futuro: la contigüidad con Vox le deja en una situación de gran incomodidad, tanto en su acción estratégica en la política nacional cuanto en su ubicación en el ámbito europeo. Sin ir más lejos, la CDU alemana mantiene a Alternativa para Alemania (AfD), de extrema derecha, sometida a un cordón sanitario, de la misma manera que el antiguo Frente Nacional francés (Rassemblement National ahora) sufre el aislamiento del resto de las formaciones políticas francesas.

Aquí, el PP se ha avenido sin problemas a pactar con Vox, pero la relación entre ambas organizaciones no es estable: si Casado opta por la moderación, por las políticas centristas, será objeto de un bombardeo permanente de su vecino por estribor, que tratará de desacreditarle, de poner en duda sus valores y sus principios? y finalmente de suplantarle. Por el contrario, si Casado se enardece y adopta una posición radical y agresiva, es muy probable que el elector de esa zona del espectro termine optando por la versión genuina del radicalismo, que es la energuménica de Vox, en lugar de por el PP. Las dos opciones tienen pros y contras, pero el PP debería tener claro: a).-que es altamente improbable que una organización de extrema derecha logre la masa crítica necesaria para alcanzar el poder; y b).-que en experiencias foráneas similares, como la francesa, ha sido la extrema derecha radical la que ha engullido a la derecha democrática y no al contrario. En buena medida, el trabajo de blanqueo de Vox que ha llevado a cabo el PP ya es irreversible, pero si persiste la connivencia, no sería nada extraño que en el futuro la derecha más consistente sea la de Vox, con el consiguiente riesgo para el sistema mismo (hay que tener en cuenta que Vox no sólo es estridente en algunos temas: también propone el fin del Estado de las Autonomías, algo que no será aceptado en modo alguno por catalanes y vascos, por lo que supondría la apertura de una conflictividad muy superior a la que está representando el contencioso catalán actual. Casado tiene, en fin, que meditar profundamente qué camino elegir. Va en ello su propio destino y la estabilidad a medio y largo plazo del régimen español.

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