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Miguel Vicents

Vía libre

Miguel Vicens

La lápida sin nombre de Chaves Nogales

A la luz de la actualidad, la lectura de A sangre y fuego (Libros del Asteroide), del periodista sevillano Manuel Chaves Nogales, produce un sobresalto que hiela el corazón. Las crónicas de la Guerra Civil que escribió de forma tan clarividente y poco militante, entre la urgencia y la barbarie del fuego cruzado, le hicieron contraer méritos más que suficientes para ser fusilado por los dos bandos, como él mismo admitió. "Yo era eso que los sociólogos llaman un pequeño burgués liberal, ciudadano de una república democrática y parlamentaria", dice de sí mismo en el arranque del célebre prólogo, entendiendo el concepto de liberalismo en la línea ilustrada de Marañón, Azaña o Madariaga. Chaves Nogales partió al exilio sin nada, primero a París y luego a Londres, donde esta semana el Instituto Cervantes ha reivindicado su memoria ante su tumba sin lápida, en el 80 aniversario del exilio republicano. Huyó cuando comprendió que cualquier final de aquella lucha fratricida se asentaría sobre la sangre de millones de españoles. Y cuando la causa de la libertad, la suya y de tantos otros, se quedó sin defensores. Su legado para nuestros días, tiempo también de trincheras políticas impermeables y de periodistas militantes, es el de quien no tuvo otro compromiso que la fidelidad a los hechos que vivió y pudo narrar, imposibles de encerrar en los reduccionismos de las dos Españas. Por eso, algunos lo consideran el primer periodista moderno, por eso sus relatos llamaron tanto la atención de autores como Truman Capote o Norman Mailer, por eso el valor de su obra se agiganta cuando el debate político vuelve a reducirse a bandos y se niega, de nuevo, el valor del diálogo y del pacto. Es decir, el valor de la política en democracia.

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