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Mar Ferragut

UN futbolín amenaza Son Roca

Los jóvenes del barrio aún esperan el gimnasio que lograron que se aprobara en los presupuestos participativos. Mientras, Cort les hace quitar el futbolín del casal. Mejor que vayan a una casa de apuestas

Una amenaza se cernía sobre la juventud, pero el ayuntamiento de Palma, ¡al rescate!, ha intervenido con su habitual diligencia para velar por el cumplimiento de la legalidad y la normativa vigente, mirando por el bienestar de sus conciudadanos de menos edad. Allá donde haya un peligro para los jóvenes, allá estará la Administración: vigilante, para alejarlos de amenazas; proactiva, para ofrecerles recursos; solícita, para colaborar con las entidades dedicadas a la infancia y la juventud. La última hazaña de Cort ha tenido lugar en Son Roca, donde ha conseguido anular un potencial peligro para la muchachada: ¿Droga? ¿Una casa de apuestas? No. Un futbolín.

Prepárense, que la burocracia y la sinrazón alcanzan cotas insospechadas en esta historia, que contó Montse Terrasa el pasado domingo en estas páginas. A principios de la anterior legislatura, el alcalde Hila (el mismo de ahora) convocó a los vecinos de Son Roca para hablar sobre cómo mejorar la colaboración y sobre las necesidades del barrio. Tras el encuentro, los chavales, apoyados por los vecinos y por la entidad social Projecte Naüm, se animaron y se implicaron en presentar una propuesta a los presupuestos participativos para poder instalar un gimnasio en el casal. Suena bien, ¿no? Juntarse para hacer deporte antes que estar por ahí por la calle. Su propuesta se aprobó. Les asignaron 15.000 euros. Era 2017. Aún esperan: no les han puesto ni una colchoneta. Resulta que están pendientes de una recalificación de usos que debe autorizar, oh wait, el ayuntamiento.

Naüm sí salió al rescate de sus chavales (nunca valoraremos lo suficiente la labor de las entidades sociales). Tiró para adelante y consiguió un futbolín y una mesa de pingpong para el Espai Jove. Pero, oh peligro, los futbolines no habían estado autorizados por Cort, algo fundamental y muy importante porque lo marca el reglamento, según les dijo Albert Jarabo, el regidor de Participación Ciudadana, en una visita reciente, instándoles a retirarlo. Y es que se empieza con el futbolín y se acaban montando peleas de gallo. Y si lo dice el reglamento lo dice el reglamento y a misa va.

Y ahí están los chicos ahora, sin futbolín y sin gimnasio. Ojo con los mensajes que lanza un ayuntamiento 'amigo de la infancia' y 'pro-participación ciudana' a sus jóvenes. Es preocupante la falta de alternativas de ocio que ya de por sí tiene Palma para ellos, en un momento en que las casas de apuestas proliferan como setas venenosas por los barrios. Si encima las administraciones ahogan con burocracia sinsentido las buenas iniciativas de las entidades (que suplen las carencias municipales), ya no parece mera desidia sino boicot. Es perder de vista tu objetivo como ayuntamiento.

Pero ese no es el peor mensaje de esta anti-fábula. El ayuntamiento apela a la participación de los palmesanos. Los palmesanos responden. En este caso, palmesanos jóvenes cuya atención y motivación no se siempre es fácil captar. Pero la captan. Los jóvenes se implican. Trabajan para sacar adelante su proyecto. Se lo aceptan. Sienten la magia de la democracia: su voz ha sido escuchada, su voz cuenta. Pues no. Dos años después siguen esperando el gimnasio y encima les quitan el futbolín: la frustración con el sistema comienza a germinar en estos pre-votantes (y lo que les queda). Pero no quitemos mérito a las importantes enseñanzas morales y valores deportivos que este episodio nos deja: lo importante es participar. Venga, ahora iros a perder el tiempo por la calle o algún bar.

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