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Matías Vallés

Al Azar

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Rivera salva el pacto PSOE-UP

Íñigo Errejón y Albert Rivera han confluido como almas gemelas. El candidato de izquierdas por el que suspiraba la derecha y viceversa, reducidos por las urnas a la triste condición de anomalías estadísticas. Se intentará demostrar que ambos, y sobre todo el fundador de Ciudadanos, determinaron la súbita reconciliación de PSOE y Podemos. Lo crucial en el romance de Sánchez con Iglesias no son las fragilidades del pacto, que la derecha distorsiona hacia la histeria por considerar que la izquierda solo es adecuada para labores de mayordomía, sino que ninguno de sus críticos vio venir la alianza. No supieron leer que el candidato con adoquín mostraba el camino.

Rivera no dimitió de nada la noche en que descubrió que se precipitaba desde los 57 diputados al vacío de solo diez, una anécdota. Sea por propia reflexión, por inducción amistosa o por coacción ajena, doce horas después se despide del acta de diputado, del partido que concibió y de la política en general. Se necesita una cierta dosis de ingenuidad para concluir que la salida de Rivera no fue a punta de pistola, al igual que la boda de Sánchez con Iglesias. Pero nos estamos adelantando. El adalid de Ciudadanos trituraba un tabú, al abandonar la tripleta que ha disputado las cuatro últimas elecciones generales.

Rivera fue la primera víctima, pero no saciaba la sed de sangre de una convocatoria desquiciada. Existía el riesgo de que alguien se preguntara si el retroceso de 42 a 35 diputados, un veinte por ciento de resaca en medio año, no merecía la expulsión del sultán de Podemos como castigo proporcionado. Y qué decir del artífice del 10N, que ha logrado complicarle el Congreso al PSOE y perder el Senado. Un líder está perdido cuando desean su caída incluso quienes se benefician de su permanencia. En resumen, Sánchez no se abraza a regañadientes con Iglesias para ascender consolidados a los cielos, sino para evitar la caída conjunta a los infiernos. La única salvación era el pacto por sorpresa, colocarse espalda contra espalda para cubrir todo el campo de tiro. Nada une tanto como los enemigos mutuos. La rabia desmedida del PP se debe a que sus promotores habían pautado la demolición del presidente, por su incapacidad para articular un Gobierno. Con Rivera de ángel anunciador, Sánchez e Iglesias no querían salvarnos, sino salvarse.

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