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Marga Vives

POR CUENTA PROPIA

Marga Vives

Una campaña con prisas

Esta podría ser una semana como cualquier otra vivida antes, con las mismas promesas de los últimos meses

Cuando usted lea estas líneas la campaña electoral le habrá pasado en un suspiro. Esta podría ser una semana como cualquier otra que ya haya vivido antes, con las mismas promesas de los últimos meses, y quién sabe si se parecerá a la del próximo año, que puede que la haya. Las campañas se van asemejando más las unas a las otras, pero a lo que se parecen menos cada día es a la realidad.

Esto es lo que precisamente nos recordaba la foto del debate electoral del lunes; una imagen carca, de espíritu preconstitucional, sin representación de las muchas mujeres que ocupan los bancos de las Cortes y de los gobiernos, que integran las listas y que se ocupan de las campañas en este país. Incluso en su estética, en el estilo, salvo excepciones, los aspirantes a presidir el próximo ejecutivo se dan un aire entre sí; poco color y cero riesgo en el vestir y demasiada testosterona, es lo que se oye decir a la gente que se para a mirarlos y escucharlos, aunque en el discurso vuelven a arriesgar más bien poco. Y lo cierto es que, en política, cuando alguien se va de la realidad, se le acaba notando. Así fue la puesta en escena de ese debate, con un hilo argumental a ratos deslavazado y que pide prestados tópicos que no se deberían repetir porque, por desgracia, acaban calando en quienes menos pueden defenderse (pregunten si no a padres y profesores con qué facilidad se propagan los mensajes xenófobos o de cualquier otro tipo de discriminación entre los niños).

El lunes estaba todo el mundo al quite de lo que pudiera decirse en el plató, en especial por la presencia novedosa del candidato de Vox, pero lo que las redes nos han devuelto es que en realidad se estaba más pendiente de los lapsus -esas emes donde iba una ene, dame un tuit-, que los contrincantes del candidato de Podemos acertadamente no utilizaron para sacarle punta, ni siquiera lo hizo el del adoquín. Y sin embargo causa perplejidad que callaran como tumbas ante la insoportable idiotez que descerrajó ante las cámaras Santiago Abascal, quien sigue empeñado en que ardamos todos en la hoguera del odio. Abascal convirtió el rígido minutaje que fija los turnos de cada aspirante en un puñado de segundos eternos. Sucedió, por ejemplo, al unir en una misma frase la palabra "criminales" y las siglas por las que se conoce a los menores extranjeros que han de ser tutelados por las instituciones porque, por desgracia suya, no tienen familia. Esa es la principal habilidad del líder de la ultraderecha, yuxtaponer frases para facilitar que el oyente tergiverse su significado. Ni hay un 80 y pico por ciento de denuncias de malos tratos falsas en España ni los hombres son tan víctimas de la violencia de género como las mujeres, ni una cosa certifica la otra. Quien miente lo hace porque se lo dejamos demasiado fácil y nadie le echa en cara el disparate; los contertulios del candidato de Vox no lo hicieron, no se detuvo la emisión, ni dejaron de funcionar los relojes, ni se le pidió que aclarara los datos. No se le cortó el micrófono, todo siguió según el guion, como si para los presentes en el estudio televisivo no se hubiera pronunciado ninguna barbaridad. Deberían tener presente que, para la cultura popular y refranera, quien calla, otorga.

El debate de los candidatos expresa dos cosas, por lo menos. Una, que esta es una campaña hecha con prisas y con poca gana. Dos, que no sabemos aún a quién se dirigen los políticos en España cuando hablan. A los jóvenes, que sí están interesados en la política -vean si no a quiénes reivindican las madres catalanas que acuden a defender a sus hijos a las manifestaciones callejeras-, no les hablan demasiado. A los jóvenes hay que hablarles de clima, de medio ambiente, de feminismo, de libertades, de compromiso social, de igualdad. Así es como está creciendo una generación que ya empieza a lograr que estos temas se incluyan en las agendas de objetivos mundiales. Y a algunos de ellos, adolescentes aún, les parece lo mismo votar al PSOE que al PP. Es como si los tiempos hubieran cambiado, pero los políticos no. Se empeñan en creer que la solución es volver al bipartidismo, siguen siendo los mismos tipos embutidos en trajes idénticos, y con el mismo atrezo de papeles y cifras que echarse a la cara en los debates para no provocar más que un bostezo colectivo enorme. Pero no se preocupen ustedes, que hay relevo en marcha.

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