En este mismo instante, mientras lee usted estas líneas, tan sólo en Balears cientos de perros permanecen encadenados todo el día, sin apenas movilidad, en fincas en las no disponen de adecuado cobijo frente al sol en verano, la lluvia y el frío del invierno, comida y agua suficientes, ni tampoco atención veterinaria o compañía; son perros utilizados como alarma barata contra los intrusos, que será sustituida fácilmente por otro perro cuando el anterior muera por la falta de cuidados y la dureza de la vida en soledad. Calcule muchos miles en el resto de España.

En estos momentos, también en Balears, docenas de colonias de gatos ferales (que, según expertos internacionales, no sólo no son perjudiciales para los núcleos urbanos, sino que, debidamente esterilizados y controlados, son beneficiosos por su capacidad para combatir la superpoblación de pequeños animales) corren peligro o son directamente desmanteladas por parte de funcionarios públicos (a veces, por la orden arbitraria del director de una perrera municipal), a pesar de que dichos gatos estén castrados, controlados por veterinarios, y correctamente alimentados por voluntarios -sobre todo, voluntarias- que hacen frente a los gastos que ello conlleva con sus propios, a veces muy escasos, recursos económicos y sin ayuda alguna de la Administración autonómica o local.

En estos mismos instantes, en la Comunidad Autónoma balear, delfines, orcas y otros animales marinos, acostumbrados todos ellos a nadar cientos de kilómetros al día en la inmensidad del océano, permanecen prisioneros en pequeñas piscinas artificiales, siendo explotados en espectáculos para unos humanos con escasa empatía frente al sufrimiento que dicho encierro supone para esos inteligentes y sensibles animales. Otro tanto podemos decir de esos "Zoo-Safaris" donde se mantiene encerrados y exhibe comercialmente a animales salvajes, que deberían vivir libres en sus hábitats, y a los que en su forzado cautiverio (según últimas informaciones) ni siquiera se cuida correctamente.

Al mismo tiempo, en varias ciudades de nuestra comunidad -y, entre ellas, en Palma, su capital-, se siguen utilizando caballos (muchos de ellos, previamente explotados en una dura de vida como caballos de carreras, para las que han sido declarados inútiles por su edad y desgaste físico) como medio de tiro de calesas o galeras turísticas; con un escaso control por parte de los ayuntamientos, lo cual permite que en la práctica muchos de esos animales arrastren cerca de tonelada y media de peso (entre carruaje, conductor, y ocupantes) a veces bajo la intensa lluvia y -mucho peor- bajo el durísimo sol canicular de julio y agosto; lo cual ha provocado que, solo durante el último lustro, varios caballos hayan muerto violentamente, a causa del calor o en accidentes en nuestras calles.

Actualmente también en nuestra Comunidad se da la sorprendente circunstancia, en alguna muy conocida e importante perrera municipal, de que se mantienen "jaulas ocultas" en las que se introducen perros y gatos abandonados o renunciados, que, de ese modo, quedan fuera del adecuado conocimiento de los ciudadanos, por lo que se limita la posibilidad de que tales animales puedan ser adoptados; sin que nada excuse dicha decisión -contraria a la ley, por otra parte- ya que lo legalmente establecido es que, previos los trámites encaminados a encontrar a sus posibles dueños -en caso de no existir o de haber renunciado aquellos-, a todos esos animales se les debe dar publicidad para que dispongan de una oportunidad de encontrar un nuevo hogar. Incluso a los animales sospechosos de ser peligrosos se les debe dar la debida publicidad, a fin de que la tramitación de tales casos no resulte opaca para la ciudadanía, y evitar así abusos cometidos por quienes hasta ahora se han venido creyendo por encima de la Ley.

A todo ello debemos añadir que los casos de maltrato a animales están actualmente castigados en Balears con multas de cuantía demasiado baja para que resulten efectivas y disuasorias; y -aún más grave- que la Administración autonómica y los Ayuntamientos no han establecido los adecuados medios de control y supervisión de dichos casos, ni tampoco han formado adecuadamente a los funcionarios públicos, ni a agentes de policía local (la mayoría de los cuales hacen sencillamente lo que pueden y saben), para luchar eficazmente contra la lacra del maltrato animal.

Todo lo expuesto es permitido o tolerado por la Ley 1/92 de Bienestar Animal de Balears, claramente obsoleta e ineficaz después de veintisiete años. Y también por una ausencia de conciencia por parte de las Administraciones, Autonómica y Local, sobre una cuestión -la protección de los animales y la lucha contra su maltrato- que, no solo es demandada por ciudadanos cada vez más evolucionados (y que empiezan a castigar electoralmente a quien no se toma en serio esta materia: lo hemos visto hace poco en el Ayuntamiento de Palma), sino que ha sido expresamente ordenado por la Unión Europea, cuyo Tratado de Lisboa establece la obligación de que los estados miembros adecúen su Ordenamiento Jurídico al hecho de que los animales son seres con capacidad de sentir ("sintient beings").

Y de ese ordenamiento jurídico, al que se refiere dicha obligación, forman parte las leyes autonómicas. Por tanto, Balears debe, de una vez por todas, reformar su Ley de Bienestar Animal para que consolide de forma efectiva la obligación del buen trato a los animales, estableciendo medios de control y supervisión, así como las necesarias sanciones -en cuantías adecuadas a los tiempos que corren- para luchar de forma eficaz contra los casos de maltrato.

Y debe hacerse porque ese el camino indicado por una Unión Europea de la que formamos parte. Porque como humanos hemos dominado a los animales causándoles, durante ya demasiado tiempo, un sufrimiento en ocasiones atroz. Porque los animales no tienen voz con la que defenderse por sí mismos. Porque un amplio sector de ciudadanos lo exige para que podamos ser una sociedad civilizada. Y porque, como dijo el jurista Jeremy Bentham -un adelantado a su tiempo- hace ya casi dos siglos: "lo importante no es si los animales pueden pensar, sino si pueden sufrir ".