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'Impeachment'

Los Estados Unidos son la primera democracia de la tierra, y podría decirse que su presidente es el hombre más poderoso del mundo. Pero la experiencia demuestra que la soberanía popular no es infalible y que de tanto en tanto la sociedad civil se deja engañar por algún demagogo embaucador. Es el caso de Trump, un atrabiliario patán que ha llegado a lo más alto gracias a regar con dólares a mansalva un ascenso poco comprensible y en absoluto justificable. Ha mentido como un bellaco, ha atropellado los valores más sagrados de la política, ha puesto en ridículo a su país€ Pero su posición es legítima porque ha vencido en las urnas. Y esta es una realidad inapelable.

Pero la grandeza de la democracia estriba en que también en estos casos extremos el sistema funciona. Trump ha traspasado todas las barreras morales imaginables pero al final ha cometido un error que ha sobrepasado determinados límites. Ante la gravedad de lo ocurrido -Trump ha tratado de chantajear a un líder de otro país para que perjudicase a un adversario político-, han sonado todas las alarmas y el infractor, con todo su poder, será sometido a un severísimo juicio político que podría acarrearle la destitución.

El proceso contra Trump acaba de empezar, y hoy por hoy no es posible saber cuál será el desenlace; la condena sería casi un milagro por las dificultades que hallará en su camino. Pero es admirable comprobar que en esa gran democracia cargada de defectos pero magnífica en su exuberancia y vitalidad no hay un solo reducto de impunidad. El ciudadano Trump tendrá que dar finalmente cuenta de sus propios actos.

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