Hace pocos días el Ayuntamiento de Barcelona prohibió abrir nuevas casas de apuestas como consecuencia de un estudio de la Concejalía de Salud sobre el aumento de la ludopatía en los más jóvenes. La alcaldesa Ada Colau declaró que pretende cortar de raíz dicha proliferación por los trastornos que provoca la ludopatía.

El pasado 23 de septiembre la Federació d'Associacions de Pares i Mares (FAPA) de Mallorca ha denunciado en su web la aparición de la amenaza que representa la proliferación y promoción en toda Mallorca de salas de juego para la población infanto-juvenil. Estas salas con frecuencia logran burlar la prohibición expresa de cercanía a centros educativos.

"En los últimos tiempos nuestra Federación, las entidades que trabajan en adicciones y la administración están tomando conciencia de la aparición de un nuevo peligro adictivo relacionado con el juego, tanto presencial como online. La proliferación de locales destinados al juego€ están encendiendo todas las señales de alarma".

También la portada de septiembre de la revista del Consejo General de Psicólogos de España la dedica al tema de la adicción al juego en menores.

En Málaga ya existe un centro de tratamiento de juego patológico y adicciones no tóxicas (AMALAJER).

Una auténtica epidemia.

El fundamento de la prohibición y persecución del juego al igual que el del narcotráfico se basa en la idea de que hay sectores de la población que no tienen capacidad de discernimiento y autocuidado, y en el coste social y sanitario de las adicciones.

Según la denuncia mencionada, la venta y distribución de drogas y la promoción de la ludopatía representan el mismo problema.

Sin embargo, el mapa de las conductas autodestructivas que son prohibidas y sancionadas se modifica caprichosamente. En realidad más que caprichosamente, el mapa está determinado por el choque entre los beneficios comerciales o electorales y los problemas sanitarios.

Por ejemplo, desde el punto de vista sanitario no hay ninguna lógica en que la ley seca en EEUU, que intentó evitar una de las drogas más destructivas en término de incidencia en la población como es el alcohol, haya durado apenas 13 años y en el resto de los países occidentales, no solo no se prohíba, sino que se permita publicitarlo.

Algo similar ocurre con el tabaco.

Incluso ciertos deportes cuestionan, por su peligrosidad, el grado de libertad que puede dar la sociedad a los impulsos autodestructivos de los individuos.

Como ejemplo, uno de los deportes más mortíferos, el llamado salto BASE, que consiste en lanzarse al vacío con un traje con alas conocido como wingsuit. Una estadística reciente informa de que en 2016 se llegó al record de 36 muertos en un año, y solo en agosto hubo una muerte cada dos días.

El grado de libertad que cada sociedad concede a los individuos para hacer lo que quieran con sus vidas tiene un profundo trasfondo filosófico además del coste social.

La psicología, en cambio, necesita explicar la razón por la que algunos individuos, y no otros, se enganchan a las adicciones, independientemente de que las tengan igualmente accesibles o prohibidas.

B.F.Skinner, el célebre psicólogo y filósofo social norteamericano, padre de la llamada psicología conductista, describió un fenómeno que llamó "condicionamiento operante" en el que los premios o castigos influyen en la fijación de ciertas conductas.

Más recientemente, investigaciones en neurociencia comprobaron que en las estructuras cerebrales ciertos neurotransmisores como la dopamina están presentes en las sensaciones placenteras.

Ambas conceptualizaciones conducen al hecho de que el placer motiva y refuerza la fijación a determinados objetos y comportamientos. Este simple fenómeno permite explicar tanto las adicciones como el enamoramiento.

De hecho los psicólogos enfrentamos frecuentemente el problema de personas que no logran salir de relaciones de pareja tóxicas.

Es frecuente que las instituciones que se ocupan de la protección de mujeres maltratadas se enfrenten a la reincidencia. Un artículo sobre el tema publicado en El País se tituló De maltratador en maltratador.

Es interesante que al igual que con una persona amada, los adictos utilizan un vocabulario simpático con diminutivos para el objeto de consumo. "Pitillo" para un cigarrillo, "pillar para hacer unas rayitas" para esnifar coca, "un porrito" para marihuana.

En resumen, la ludopatía, el enamoramiento y la drogadicción tienen algo en común: la fijación a un tipo de placer aunque pueda ser destructivo.

Aunque es cada vez más complejo hablar de normalidad, pueden destacarse dos variables diferenciales en el modo de interés por las cosas o personas.

La primera es que las adicciones son compulsivas, o sea incontrolables por la propia lógica, en tanto que las relaciones saludables son electivas, o sea el individuo las encuentra razonables. Por eso el diagnóstico simple y seguro de adicción es cuando una persona desea algo que querría no desear.

La segunda es que las adicciones se caracterizan por un recorrido de atajo, o sea de gran inmediatez en obtener el placer, en tanto que las afinidades, ilusiones, o apetitos que podríamos llamar normales, admiten un recorrido complejo, enriquecedor, constructivo y paciente.

La creciente preocupación de padres y educadores es que la nueva tecnología de los videojuegos, que proporciona premios constantemente, es tan eficaz que cada vez más padres recurren a dar a los niños dispositivos electrónicos con juegos cuando no pueden ocuparse de ellos, cual de un chupete se tratara.

Deepak Chopra, un polémico médico y conferencista indio lo expresó en una frase muy ajustada: "La adicción no es más que un sustituto muy degradado de una verdadera experiencia de gozo".