—Para que se haga cargo del tipo de entrevista: "¿Cuántas bodas le han salido después de la Nadal-Perelló

—Ya tenía un volumen de bodas programadas para 2020 y 2021 antes de Nadal. No ha influido en el número, pero en mi gremio lo han sabido y me han dado la enhorabuena. Ahora podré elegir más, y subir en calidad.

—¿Hay locos que programan su boda para 2021?

—Hay locos que programan bodas con años de antelación porque Mallorca está de moda, con un noventa por ciento de extranjeros, también de Nueva Zelanda o Australia.

—¿Ha sido la boda más difícil de su vida?

—Ha sido la más importante, pero no la más difícil porque los participantes eran una pareja encantadora que insistía en un evento elegante y sencillo. También ayudó la experiencia de Sophie Kors como wedding planner, con las que yo había hecho la boda de Malena Costa y Mario Suárez.

—¿Cuánto cuesta una boda con todo?

—Lo más caro es un buen catering, que con barra libre de tres horas se va a 150 euros por cabeza, quince mil para cien invitados. El alquiler de la finca se lleva de tres a cuatro mil euros. Y luego están los hoteles para visitantes que vienen casi todos de fuera, fotógrafo, decoración, maquillaje y DJ.

—¿Una boda admite el color negro?

—A mí no me gusta, pero será tendencia para 2020 así que nos hemos planteado que tendremos que comprar copas negras. También se imponen las flores deshidratadas.

—No sé si podré soportar más tela de lenguas.

—Tienes toda la razón. Se ha acabado, porque se había abusado tanto de ella en los dos últimos años que se ha quemado. Sin embargo, a los extranjeros les sigue gustando.

—¿Qué sitios superan a la Fortalesa para una boda

—La Fortalesa es peculiar, como Cap Rocat, la piedra desnuda tiene mucho encanto si la vistes. Lo bueno es la privacidad que proporciona, supongo que fue elegida por eso para la boda de Nadal. Mallorca tiene fincas maravillosas en medio de la montaña, y cada año se incorporan más.

—¿Está surgiendo una industria de las bodas?

—Puedes decirlo así. Las fincas que se vendían a alemanes, son destinadas hoy por los herederos mallorquines a bodas. Entre las mejores, Comasema y Son Berga en la zona de Alaró/Orient. Y Son Marroig, la tengo muy vista pero los de fuera flipan con el templete, en la mejor puesta de sol de la isla.

—¿Todos buscan escenarios tan grandilocuentes?

—No, se han puesto de moda las casitas. En Son Bunyola de Richard Branson montaron una boda con 21 invitados suecos, que cada día cenaban en una de las tres residencias de la finca. Nosotros preparamos las tres mesas.

—¿Y si quiero que un halcón transporte las alianzas?

—Se hizo contratando a un halconero de Galatzó. Vino a Comasema, pero el halcón se quedó en un árbol y no bajaba porque se veía reflejado en el lago. Puedes pedir la luna.

—¿Y si esa noche no hay luna?

—Se fabrica una luna con helio, suspendida en el aire y sujeta al suelo con hilos transparentes, que queda suspendida sobre los invitados.

—Un par de Reyes en la boda distorsionan el trabajo.

—Más bien al contrario, porque la seguridad de los Reyes mostró un respeto absoluto hacia los proveedores sin dejar de ser escrupulosa en el control de matrículas y DNIs. No distorsionaron el trabajo ni nos sentimos vigilados. Tuve que reprimir mi impulso de fotografiar cada rincón que decoro, pero te lo explicaban tan bien que lo aceptabas.

—La gente va a las bodas a emborracharse.

—Puede ocurrir en las de veinteañeros, pero me parece exagerado ponerlo como único objetivo.

—¿Son más horteras los rusos o los alemanes?

—Los rusos, locos por el oro. Una vez en el hotel Valldemossa querían que todo fuera en rojo y blanco. Les dije que parecía un equipo de fútbol, los has de llevar a tu terreno. Ahora ya me da igual perder un cliente, menos eventos y mejores.

—La gran desconocida de su gran boda es Mery Perelló.

—Es una persona muy sencilla, igual que su padre, que trabajó con el mío desde los 18 años. Lo más emocionante de la boda fue encontrármelo de nuevo tras unos años sin hacerlo, y después de verlo a diario. Acabamos llorando los tres. Mery Perelló es accesible y muy tímida.

—¿Decoró usted su propia boda?

—No me acuerdo de la decoración de mi primera boda, ni del centro de mesa porque entonces no se le daba importancia. En la segunda me dediqué tanto a decorar que no me pude ni peinar, llegué con el pelo mojado. Prevalecía la necesidad de cumplir las expectativas de los invitados.

—¿Qué nota de cero a diez le pone a la boda de Nadal?

—Un ocho.