Diario de Mallorca

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Juan José Millas

Tierra de nadie

Juan José Millás

Vis cómica

Hubo un tiempo en el que la realidad imitaba al arte. Ahora imita a la tele. Repasen, si no, los acontecimientos políticos del último año y comprobarán el parecido que mantienen con Sálvame o con el programa de los famosos abandonados en una isla, incluso con Gran Hermano. Nos referimos, por supuesto a la sustancia, al fondo, al modo en el que los españoles nos hemos hostilizado tras las elecciones. Hablamos asimismo del fracaso en la formación del Gobierno y de las pautas verbales de la campaña en la que nos hallamos inmersos. También, por supuesto, del espectáculo relacionado con Franco y su exhumación, donde cada cual ha jugado un papel diferente, pero todos copiados de Aquí no hay quien viva o de La que se avecina. Las discusiones alcanzaban a veces la tensión teatral de los actores de la Sexta Noche, que empezó generando adrenalina ideológica y que ahora provoca hastío, cuando no una siniestra carcajada.

Por eso mismo Abascal, que apenas acepta entrevistas de carácter político, pasó por El Hormiguero: porque intuyó que la realidad ha adquirido ya el formato de los programas de entretenimiento de la tele. Hubo un tiempo en el que la existencia imitaba a La Clave, aquel programa mítico de José Luis Balbín en el que los asuntos serios se trataban rigurosamente. Pero la vida, que transcurre de forma paralela a los avatares televisivos, ha evolucionado hacia formas de infantilización características de las sobremesas familiares de los domingos, donde el abuelo hace juegos malabares con las mandarinas del postre para solaz de los nietos.

Pablo Casado fue de los primeros en darse cuenta de que había que rebajar el tono. No se puso gracioso, porque no está en su condición, pero se expresa ya con la amabilidad desinhibida del presentador de un concurso cualquiera de la tele. Le ha dejado la agresividad a Rivera, que aún no se ha percatado del modelo imperante. El caso es que creemos estar en la realidad cuando continuamos en la tele incluso después de haberla apagado. Vivimos dentro de ella para ser exactos. Y en ese mundo se valora mucho la vis cómica, de ahí el éxito del monje que dirige la basílica pontificia (¿qué significará pontificia?) del Valle de los Caídos. A ver si lo entrevista Pablo Motos.

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