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Para empezar

El opio del colegio

De niña, los Reyes Magos me dejaron en el zapato La biblia de los niños, tres libros ilustrados que me maravillaron. Danzarinas que exigían cabezas, señores que metían un zoo en un barco, reyes que pretendían cortar bebés en dos, serpientes charlatanas... Los conservo, destrozados, sobre todo los dos primeros volúmenes del sangriento y cruel Antiguo Testamento. De las clases de religión (católica, obviamente) no tengo tan buen recuerdo. Las impartían ¿profesores? que enviaba la iglesia y que cambiaban constantemente. Unos nos hablaban de conceptos que no entendíamos, otros no sabían tratar con niños y algunos, sobre todo a partir de sexto de Primaria, nos hacían preguntas que no debían hacernos. Cuando Educación lo permitió, salí por patas.

Las horas de religión las pasaba en la biblioteca del colegio, leyendo. Era principios de los 90 y el debate para sacar la religión de los colegios estaba sobre la mesa. Treinta años después no sólo la religión católica sigue en las escuelas sino que el Govern (cuánto daño hace el buenismo) abre las puertas a la islámica. Ni una ni la otra ni ninguna. Como mucho, historia de las religiones. Las creencias pertenecen a lo privado, a lo íntimo, incluso. A la escuela no se va a creer, se va a aprender. Y a jugar, descubrir, experimentar, reír, comprender, compartir, pelear, debatir, preguntar, dudar, fantasear, soñar... Que cada uno crea lo que quiera, fuera del colegio.

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