Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Susu Moll

La mirada femenina

Susu Moll Sarasola

Más idiotas

Cuando vamos al campo y nos enfrentamos a insectos con los que no estamos acostumbrados a convivir hay quien se adapta y quien se pasa el fin de semana agobiado matando bichos. La intolerancia es una reacción al miedo que cualquier ser humano puede experimentar frente a lo desconocido.

El insecto, en este caso a modo de recurso kafkiano, representa lo que nos aterra de nosotros mismos. Y generalmente lo que nos molesta del otro es un reflejo de ese mismo miedo y puede trasladarse a cualquier idea o pensamiento que nos resulte incómodo, deleznable, diferente. ¿Qué hacemos cuando algo no nos gusta? ¿Tratamos de cambiarlo incluso manipulando o perdiendo las formas? Y, ¿cuando ese cambio no depende de nosotros?, ¿qué debemos hacer, entonces?

Es tan intolerante quien boicotea el programa El Hormiguero por entrevistar al líder de Vox, quien piensa en formas para practicar la desobediencia civil o castigar económicamente al Estado como quien manipula con datos falsos sobre la violencia de género y niega la necesidad de restauración de la memoria histórica. Tanto unos como otros se enfrentan a algo que no les gusta.

Nuestro país no estará en paz hasta que aprenda a aceptar sus diferencias. Es un tránsito de muchos años y estamos en ello. No saldremos de este penoso y mediocre panorama político, en el que se lucha por abatir al contrincante en vez de comprenderlo y negociar, hasta que ese proceso de curación concluya. Sin aceptación del otro no hay negociación posible. Y el ejercicio más complicado está en aceptar los extremos.

Detesto la tensión inherente a los extremos y sus discursos absolutistas a veces a vida o muerte pero no porque no me gusten dejarán de existir así que hago un esfuerzo por aceptarlos, escuchar lo que dicen y tratar de comprender cuáles son sus miedos. Si quieres conocer realmente a alguien conoce primero cuáles son sus miedos. Cuando vi que la gente atacaba a Pablo Motos y a su programa por la entrevista a Santiago Abascal valoré que tuvieran el valor de dar voz a alguien contrario a sus ideas. De hecho Pablo Motos lo dejó bastante claro a lo largo de la entrevista y sólo por ello se merece todo el respeto del mundo.

Aunque Santiago Abascal no sea santo de mi devoción no se puede negar su existencia y es preferible comprenderle para poder rebatirle adecuadamente y desactivar sus bombas dialécticas. El filósofo francés Emile Deleuze ya habló de la necesidad de aceptar la diferencia para poder convivir en paz. Negarla nunca es la solución.

El nacionalismo español debe aceptar que existen otros nacionalismos con los que tiene que convivir tanto si le gusta como si no y que todos esos nacionalismos deben encontrar su lugar dentro de un mismo Estado. Eso me remite también a lo sucedido durante esta semana en el CAP del barrio de Les Corts, Barcelona, donde un grupo de independentistas liderado por el empresario Santiago Espot acosó al responsable del centro porque una de sus doctoras se había dirigido a una paciente en castellano.

Asistimos a diario a constantes muestras de intolerancia. Los que gritaban "a por ellos" y estos últimos, como diría Unamuno, sufren de la misma enfermedad. No hay otro camino que el de la aceptación y el diálogo. Y sólo aquellos políticos dispuestos a llegar a acuerdos serán realmente valorados y útiles a la sociedad. La diferencia de pensamiento es sinónimo de salud democrática y no lo contrario. Si desapareciera no seríamos más felices pero seguro que seríamos más idiotas.

Compartir el artículo

stats