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Juan Tapia

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¿Hay Rivera para rato?

Albert Rivera ha dicho que no se aferrará al cargo si tiene un mal resultado y se han disparado los rumores. Todas las encuestas le auguran un fuerte descenso y la de El Periódico del pasado domingo -no la peor- le da un máximo de 28 escaños, menos de la mitad de sus actuales 57. ¿Queda Rivera para rato como afirma Inés Arrimadas?

Lo más revelador no son ya los escaños sino el desplome de su liderazgo. Cuando tras las elecciones del 2016 llegó a un pacto con Rajoy que aseguraba la gobernabilidad (antes había votado la fallida investidura de Pedro Sánchez), Rivera fue el político más valorado. Se veía en él a alguien contrario a la crispación, pactista y centrista. Y subió tras las elecciones catalanas del 2017 -las que siguieron a la DUI y al 155- cuando Inés Arrimadas convirtió a Cs en el primer partido catalán, por delante de la coalición de Puigdemont y de ERC. Fueron los días de vino y rosas.

Luego Rivera quedó atrapado por su voto junto al PP en la moción de censura del 2018. Pero todavía la pasada primavera tenía una valoración de 4,5, muy cerca del 4,7 de Pedro Sánchez. El desplome ha sido entre las elecciones de abril y este setiembre. Las encuestas atribuyen a Sánchez mucha responsabilidad en el fracaso de la investidura y su nota ha bajado (del 4,7 al 4,3), pero la de Rivera se ha hundido (del 4,5 al 3,6). Lo más grave es lo que pasa cuando se pregunta sobre las preferencias para presidir el Gobierno. Sánchez es el preferido para el 29,3% (32% en abril), mientras que Rivera lo es sólo para el 9,9% (19,5% en abril) y queda incluso detrás de Pablo Casado (13,8%) y Pablo Iglesias.

¿Por qué este descenso a los infiernos? Cs tuvo un gran resultado en las legislativas. Subió de 32 a 57 escaños y quedó a sólo nueve del PP que cayó hasta 66. Tras aquel desastre del PP y el éxito de Cs y del PSOE, algún tipo de acuerdo entre ambos partidos (juntos superaban la mayoría absoluta) no sólo habría garantizado la investidura y la estabilidad, sino que habría dado un gobierno muy compatible con el de los principales países de la UE.

La entente no era fácil. Basta recordar aquel "con Rivera no" de los militantes socialistas la noche electoral, pero lo absurdo es que Rivera no sólo se negara totalmente a ese escenario, sino que adoptara una actitud sectaria. El pacto con el PSOE para que Sánchez no quedara prisionero de Podemos era lo mejor (lo menos malo) para los electores centristas, los portavoces económicos Toni Roldán y Luis Garicano, intelectuales fundadores como Francesc de Carreras y parte del empresariado español cuyo primer deseo es la estabilidad. E incluso para Macron, con cuyo partido Cs está asociado en la UE.

Albert Rivera se ha hundido en las encuestas. Reuters

¿Por qué Rivera ha decepcionado a tantos y se ha bunkerizado en el no es no a la banda de Sánchez? Habiendo quedado tan cerca del PP en abril, creyó que podía convertirse en el primer partido de la derecha. Fue una apuesta errónea porque implicó abjurar de su ADN de centro y no reconocer que el PP es un partido muy implantado que refleja -bien o mal- el conservadurismo español. Puede tener un momento de desfallecimiento por la corrupción y el caso Gürtel, que perseguía a Rajoy desde los sms de Bárcenas, pero de eso a arrinconarle en un papel segundón en la derecha€

Rivera debió ver tras las europeas y municipales de mayo (12,1% y 8,2% del voto frente a su 15,9% de las legislativas) que su ambición de liderar la derecha era un sueño e implicaba renunciar a ser la bisagra imprescindible y liberal de un gobierno socialista. Ahí es nada.

Además ese intento no era compatible con ayudar a resucitar el liderazgo de Pablo Casado manteniendo al PP en el poder en las comunidades de Murcia, Castilla y León y Madrid. De esos pactos con Vox, Casado ha sacado más rédito que Cs y han enturbiado menos su imagen (al fin y al cabo, Vox es una escisión del PP).

¿Por qué Rivera ha renunciado al pájaro en mano y a la consolidación de una potente bisagra liberal? Quizás porque a los nuevos partidos (también a Podemos) les sobra caudillismo y precipitación y les falta profesionalidad. También porque su pensamiento liberal (no el de Garicano y Roldán) es algo epidérmico. Y ahí está -fundamental- la incompatibilidad personal y el choque de ambiciones con Sánchez.

Rivera ha adquirido un aire crispado y pronunciado tantas frases tortuosas y frentistas que le han colocado en las Antípodas de la imagen moderna y renovadora con la que irrumpió en la política española. Por eso puede ser la primera víctima de la repetición electoral.

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