España es nación, país, estado o como cada cual guste tildarla, muy rara. Probablemente resultado de siglos de historia en la que los españoles nos hemos equivocado sin límites al tomar decisiones trascendentales y a la desaforada preeminencia de la Iglesia católica, apoyada, en los instantes decisivos, por una colección de espadones siempre dispuestos a uncir el trono y el altar. La última vez aconteció en julio de 1936; todavía, transcurridas ocho largas décadas, arrastramos las consecuencias, en ocasiones sin atisbo de dignidad. Es lo que está sucediendo con la cuestión de sacar la mojama del general Franco del Valle de los Caídos. Intentar darle una explicación razonable a cualquiera dotado de un pensamiento racional es imposible. No hay forma de hacer entender que un militar, asociado a Hitler y Mussolini, 44 años después de su muerte, desmantelada su dictadura, siga sepultado en un mausoleo de estilo nazi-fascista, en el que se da el acto de extremo sadismo de que junto a él están los restos de miles de las víctimas que mandó asesinar sin que le temblara el pulso. "Si es necesario fusilaré a media España", afirmó tajante a un periodista norteamericano en plena Guerra Civil; para completar el cuadro también tenemos el cadáver del fundador del fascismo español, víctima de la guerra (fusilado en Alicante), frente al altar mayor de la basílica. Son cosas de las rarezas españolas, de que la Transición se saldara con excesivas renuncias, porque una cosa es el perdón y la reconciliación y otra haber pasado "de la ley a la ley" sin que la franquista, fuera derogada en su totalidad. Seguimos adeudados de aquellas decisiones.
Pero como el vaso siempre acaba por rebosar cuando no se tiene medida, ahora lo ha hecho. El prior del Valle, Santiago Cantera, de confesada ideología falangista, no va a permitir la entrada de la piqueta para que la mojama cambie de emplazamiento. Lo hace acompañado de las admoniciones de algunos frailes, sus hermanos en Cristo, que achacan a la Divina Providencia que Pedro Sánchez haya fracasado en dos investiduras por su sacrílega iniciativa, ante el sepulcral silencio de la Conferencia Episcopal y el no menos llamativo del Vaticano. No se oponen, pero al prior, que se sepa, nadie le ha llamado al orden, y, además, ahí está el fraile monosabio hablador parloteando sobre que la sentencia del TS es de república bananera y que con la Divina Providencia de su lado no hay Dios que penetre en la casa de los horrores para llevarse la momia junto a los restos de su mujer, coordinadora de unos de los mayores latrocinios perpetrados en la España de la dictadora amparada en la potestad ilimitada de su marido de hacer lo que le viniera en gana. Literal, puesto que así lo estipulaba la Ley de Prerrogativas del Jefe del Estado, una de las denominadas Leyes Fundamentales, que eran siete, al igual que los pecados capitales, que le permitía hacer y deshacer a su antojo. Lo hizo hasta que su yerno no pudo hacer nada para mantener su existencia.
En esas estamos, a la espera de conocer si Cantera recibirá a los encargados de exhumar la mojama para inhumarla en Mingorrubio con la cruz en ristre y hasta la custodia de considerarlo necesario conminándoles a que no profanen lugar sagrado. El desmedido prior, acompañado de la congregación de benedictinos, plantados, firme el ademán, en la explanada de la basílica, bloqueando el acceso, despreciando las decisiones tomadas por el Gobierno, el Congreso de los Diputados y el TS.Qué portento sacaría el gran Berlanga. Habrá que ver si el despliegue de la Guardia Civil los disuade o si confiando en una nueva intervención de la Divina Providencia, no hay Vaticano que valga, como quieren los buenos cristianos de España y el mundo y hasta el propio Franco, con el que se ha comunicado en sesión espiritista, aleja a las huestes del Maligno.
