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Pedro Villalar

Periodismo: dos ausencias

Morirse es el último ingrediente de nacer, por lo que no tiene sentido dramatizar las ausencias. Pero sí es deber de quienes todavía estamos aquí ponderar los méritos de quienes se ausentan para siempre cuando prestaron algún servicio relevante a la comunidad. Y acaban de irse dos figuras del periodismo que, en sus dilatadas y densas biografías, contribuyeron a la formación de la democracia que habitamos, del régimen de opinión en que vivimos, del universo de valores morales de que disfrutamos.

Alfonso de Salas, hermano de Juan Tomás de Salas, estuvo en la trastienda de aquel Grupo 16 sin cuyo concurso - Cambio 16 y Diario 16 fueron el soporte informativo de la gran apertura- quizá no se hubiera podido escribir la historia de la misma manera. Cuando el parlamento de papel tenía que suplir al todavía inexistente parlamento constitucional, aquel periodismo plasmó los anhelos de una sociedad que exigía libertad y modernidad. Más tarde, Alfonso fue cofundador, con Pedro J. Ramírez, de El Mundo, otro de los periódicos clave de nuestro desarrollo político cuando la democracia ya se había consolidado.

Este lunes ha muerto, además, Pepe Oneto, un inmenso periodista global que lo hizo todo, y bien, en este oficio. Recorrió muy diversas aventuras informativas, desde la de reactor en aquella remota Colpisa de Manu Leguineche hasta la dirección de informativos de Antena 3, pero su gran obra fue Cambio 16, que dirigió durante más de una década desde 1974, la publicación que sin duda más influyó políticamente en los años cruciales de la Transición. Insobornable, audaz, agudo, afectuoso, culto, divertido, inteligente, Oneto fue -es y será siempre- una institución modélica, ejemplarizante, del periodismo español.

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