Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Otoño en verano

1. En el último festival de Cannes se produjo una paradoja tan extraña como cruel y ocurrió como si nada pasara, cuando todo estaba pasando ante nuestros ojos y todos hacíamos como si no nos enterásemos, o no fuéramos conscientes de lo que de verdad pasaba. En el festival de Cannes de este año se estrenaba la última película de Polanski, que trata del caso Dreyfus, ya saben, el oficial francés que por ser judío fue acusado de alta traición a finales del siglo XIX. El oficial francés que Zola defendió con su artículo en prensa titulado Yo acuso€ Un artículo que supuso el nacimiento de la conciencia intelectual en el mundo y con ella del intelectual en sí mismo y de su papel en sociedad. El Affaire Dreyfus enfrentó a la sociedad francesa con gran crispación. Nacionalistas y conservadores por un lado, y radicales y socialistas por otro se dijeron de todo menos guapos, mientras el capitán Dreyfus -bajo la sola prueba de ser el único judío en el Estado Mayor de la nación- era acusado de haber escrito una carta al ejército alemán, degradado públicamente -arrancados galones y medallas y roto el sable- y puesto bajo arresto.

Como todos sabemos, Polanski está acusado en EEUU de un delito de violación que no prescribe por haberse fugado del país cuando iba a ser juzgado. Esto, desde hace muchos años, le da poca libertad de movimientos porque no puede poner el pie en ningún país que tenga tratado de extradición con EEUU. La víctima le perdonó hace también muchos años, pero la justicia sigue su curso. La película sobre Dreyfus, en el fondo, es un alegato de Polanski identificándose con el oficial francés y diciendo al mundo que él ya es tan inocente como el militar. Y seguro que es una buena película, lo que no le exime de nada si esa nada es cierta, como parece. Aunque no seamos los espectadores quienes debamos juzgarle y tampoco exonerarle, o su contrario.

Pero si he hablado de paradoja cruel en nuestra sociedad es porque al mismo tiempo que se prohibía la presencia de Polanski en Cannes y se producían declaraciones cruzadas como se produjeron en Francia cuando el Affaire Dreyfus, se estrenaba en todo el mundo civilizado la última película de Tarantino y todas las críticas se deshacían en elogios. En esa película, tengo entendido, se reproduce desde un sesgo humorístico que lo anula -y a todo ese mundo le hizo gracia la manera- el asesinato de Sharon Tate y sus amigos en la matanza perpetrada por los miembros de la comuna de Charles Manson. Sharon Tate, como todos sabemos también, era la mujer de Polanski y estaban esperando su primer hijo. Sea ese crimen -u otro que nace de él- lo que se reproduce, estamos ante un dilema. Por un lado la ley, por otro la burla, en cierto modo, del crimen. Y todo en el mismo plato y digerido con la misma satisfacción. Ya no sabría decir si esto es la posmodernidad, el relativismo, o la vivencia del caos antes del caos.

Pero no nos alejamos del cine. El estreno de última película de Amenábar no contenta, parece, a nadie. A unos les molesta que se centre tanto en la vida privada de Unamuno en su casa de Salamanca durante la guerra civil. A otros que Franco y Millán Astray no sean arquetipos, sino personajes más complejos que eso. A los de más aquí lo que sea y a los de más allá su contrario. Yo no la he visto aún, no sé si es una buena o mala película, pero si antes o después de verla quisieran conocer a Unamuno en esa época lean un libro extraordinario y maravilloso que publicó Alianza Editorial a los cincuenta años de la muerte del escritor vasco. Su autor es Luciano González Egido y el libro se titula Agonizar en Salamanca. Cuando apareció hace más de treinta años, escribí en estas páginas un extenso artículo sobre el mismo. Es un libro impresionante, repito, que no defraudará las expectativas de nadie.

Y 2. Cuando muere un artista es imposible englobar en una sola frase su arte y el músico Miquel Brunet lo hizo el día de la muerte de su amigo Tomeu Estaràs. "Él hizo del virtuosismo sencillez", dijo Brunet. La frase es impecable y detrás de ella vemos a Tomeu Reüll sin más: impecable también y sin pretensiones, pero con la complejidad que hay detrás del hecho de ser un artista y la felicidad que implica serlo y regalárnoslo a los demás como él supo hacerlo.

Toda frase impecable puede leerse ante un espejo y al contemplarse se enriquece, devolviéndonos otra frase que no es idéntica pero que nace de ella y la reafirma. En este caso, sin ser de Brunet también lo es: "Él hizo de la sencillez virtuosismo". En ambas -que son una- está la alegría y la personalidad del mejor flautista que haya dado Mallorca en el siglo XX. De uno de los mejores flautistas europeos del siglo XX, que hizo del virtuosismo sencillez y de la sencillez virtuosismo.

Compartir el artículo

stats