Nos hemos pasado. Estamos fuera de los límites físicos y biológicos que puede soportar nuestro planeta. La acción humana está deteriorando rápidamente el ecosistema Tierra porque se ha superado su capacidad para regenerarse por la presión del sistema productivo que se ha impuesto en las últimas décadas. Hace unos años esta afirmación podía sonar a ecologismo apocalíptico. Hoy, por desgracia, es una evidencia científica. La pérdida de biodiversidad y el cambio climático son hechos incontestables, pero el pesimismo antropológico que tan buena acogida tiene en parte de la opinión pública no va a contribuir en nada a revertir esta situación. Necesitamos pasar a la acción hoy, y hacerlo convencidos de que esa acción coordinada producirá cambios positivos antes de lo que pensamos.

En nuestras sociedades del bienestar se agudiza la tendencia innata en el ser humano a eludir las responsabilidades individuales ("de qué sirve que yo haga algo por el cambio climático si las grandes potencias no lo hacen..."). En cierto modo, es lógico pensar que esa tendencia se traslade también a las organizaciones y a los Estados. En el último caso, en las democracias actuales los líderes políticos están sometidos al escrutinio periódico de las urnas, lo cual en ocasiones provoca la demora en la toma de decisiones que acarreen un coste electoral. Pero las empresas responsables no pueden acogerse a este pretexto. En el siglo XXI, el primer objetivo para garantizar la viabilidad de una compañía líder ya no es solo dar beneficios, sino demostrar que el crecimiento económico es compatible con la inclusión social y la sostenibilidad ambiental.

Mallorca ofrece una oportunidad única para renovar su papel como referente mundial del turismo, cambiando esta vez los términos cuantitativos por los de valor añadido en su gestión, por la sostenibilidad. Es hora de pasar del discurso a los hechos, de lo abstracto a lo concreto, y buscar sinergias de acción, colaboración entre diferentes agentes productivos dentro de los objetivos de la economía circular: eficiencia en los procesos, optimización de los recursos y minimización del impacto ambiental. El proyecto de Hoteles Circulares pretende aunar esfuerzos para cerrar el círculo de la materia orgánica dentro del sector hotelero como uno de los actores principales del ciclo del consumo alimentario. Se trata de establecer nuevas soluciones sostenibles, probar la viabilidad técnico-económico-ambiental de alternativas novedosas para la segregación de alimentos, y valorizar residuos generando subproductos con valor añadido.

En concreto, la colaboración entre nuestro sector de hostelería, agrario y de residuos puede contribuir al cumplimiento de 10 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) establecidos por Naciones Unidas en 2012, entre ellos los de innovación, comunidades sostenibles, producción y consumo responsables, acción por el clima y alianzas para lograr los objetivos, entre otros. Problemas tan graves como el desperdicio alimentario, o el abandono de tierras locales de cultivo encuentran soluciones rápidas y muy efectivas con una adecuada coordinación de los diferentes actores y una mejora de los procesos de gestión y manipulación de los alimentos.

La fragilidad de un entorno insular condiciona los recursos razonables que la actividad turística puede emplear para generar bienes y servicios. De ahí la necesidad imperiosa de cerrar al máximo ese círculo de producción, consumo y residuos. Cada vez más turistas optarán por entornos singulares y de calidad. Las nuevas generaciones introducirán entre sus factores de elección parámetros de sostenibilidad impensables hace unos años. Los que busquen un valor añadido desearán cubrir sus necesidades de viaje y vacaciones en destinos que mantienen una integridad cultural, unos procesos ecológicos esenciales y una diversidad biológica. El futuro de la industria turística en Mallorca deberá ser rentable económicamente, pero también social y ambientalmente.

El proyecto de Hoteles Circulares supone una colaboración entre los cuatro agentes cuya actividad afecta al círculo de la materia orgánica. En primer lugar, el hotel como comprador alimentos para sus clientes, generador de residuos provenientes de éstos (FORM, fracción orgánica de residuos municipales), y, que debe concienciar a esos clientes y formar a sus empleados a la hora de separar los alimentos de forma eficiente, evitando así el despilfarro. A continuación la administración local, mediante la recogida selectiva de este material en el hotel manteniendo su valor ecológico al no mezclarlo con otros residuos. En tercer lugar TIRME como gestor del residuo orgánico que tiene encomendada la labor de transformarlo en un producto de valor agronómico y ambiental, el compost. Por último, el sector agrario y de distribución alimentaria, responsable de cultivar y recolectar los productos demandados por el consumidor empleando el compost como abono natural y sustituto de fertilizantes químicos, y de suministrar estos productos al hotel para su consumo cerrando así el círculo

Se trata de aprovechar las nuevas oportunidades que nos ofrece la digitalización para ubicar, identificar y cuantificar los residuos orgánicos generados. De esta manera los podemos gestionar con un doble objetivo: en primer lugar, saber cuáles son evitables (evitando su consumo en primera instancia y por tanto generando ahorros); y en segundo lugar, manejarlos como materia prima, generando toda una nueva economía local al devolver estos materiales a las cadenas productivas. De esta manera trasformamos la materia orgánica en compost, el compost en frutas y hortalizas que vuelven como producto de kilómetro cero a la mesa del restaurante del hotel.

A simple vista el proyecto de Hoteles Circulares puede parecer un ejemplo más del viejo aserto "piensa en global, actúa en local". Pero es mucho más que eso. En Mallorca tenemos la oportunidad de adelantarnos y ser pioneros en crear un destino turístico en el que la estancia en nuestra isla sea mejor para el planeta que la vida cotidiana de nuestros visitantes en sus lugares de origen. Podemos ecodiseñar nuestro producto turístico de tal manera que cada visitante en Mallorca aporte un beneficio social y ambiental, no solo económico. Más allá de récords y estadísticas, este constituye el auténtico reto del futuro.