Que estamos sumergidos en un cambio de modelo económico, social, productivo y de consumo no es ninguna noticia. Que de repente cerca de nosotros flote un cadáver sí que lo es. Y aquí estamos a punto de asistir a un entierro. Y en este momento es lógico hacer un balance de lo que fue, de lo hubiera podido ser y de cómo será el día después.

Poca credibilidad tienen en estos momentos los datos económicos del impacto, pues las empresas afectadas los silenciaran hasta el límite o los maquillaran, y luego los distribuirán en varios ejercicios. Es entendible pues su supervivencia puede verse comprometida.

Con Thomas Cook se nos va mucho más de lo que creemos. Además quedamos huérfanos de modelo y de socio estratégico sin haber encontrado uno nuevo y sin visos de encontrarlo. Los antiturismo podrán celebrarlo y los ecologistas de base científica podrán -con los números en la mano- asombrarse.

Thomas Cook ha sido un socio estratégico de muchos hoteleros, autocaristas, restauradores y atracciones de nuestras islas, proporcionándoles flujos estables de clientes imposibles de conseguir de otra manera. Quedan también atrás los pagarés y los contratos con adelanto hechos por el tour operador con los que hoteleros pequeños y medianos avalaban ante el banco la construcción de un nuevo hotel o de una reforma importante. Esta herramienta también desaparece.

El turoperador podía ser parte del problema en Magaluf o el Arenal aunque podía también ser parte de la solución, pues de manera rápida podía proporcionar otro tipo de cliente más acorde con el nuevo reposicionamiento que ya se está consiguiendo.

Nuestras islas no tienen repuesto a todo ello. Ni tenemos otros socios con tanto empuje, ni con tanto compromiso, ni con tanto interés. Ahora muchos confían en las agencias virtuales (yo lo hago cada día) pero estas agencias no tienen amigos ni compromisos; ellas solo confían en sus ingenieros que a sus vez solo confían en sus algoritmos y estos en su inteligencia artificial. Amén de que tal inteligencia sea inteligente (un día, si este periódico tiene a bien y mi contrato de confidencialidad me lo permite, se lo contaré en detalle).

Ya en este punto de las exequias poco resta decir del difunto: su tardía adaptación a internet, a las tarifas dinámicas, compras absurdas de otras empresas, estructuras anquilosadas e inversiones estratégicas hechas demasiado tarde. Thomas se nos fue, y con él Neckermann, y tal vez cuando esté leyendo estas palabras sus aerolíneas, que nos entregan más de un millón de turistas al año, que a una media de 152 euros de gasto diario, por 6 días de visita, es muchísimo dinero. Preocupante ¿verdad? Pues créanme que les va a afectar.

Prepárense ahora para oír hablar de los planes de rescate de zonas turísticas, hoteleros y empleados, pues vamos a necesitarlos. Y no se enfaden si al comparar tal rescate les parece poco frente a la aportación del millón de habitantes de Baleares y sus 2.000 millones de euros para el rescate bancario.

Y solo me queda una pregunta sin respuesta, y es saber por qué no han dado un paso al frente los señores Mehmet Ersoy o Lahcen Haddad y sus respectivos fondos soberanos, por llevarse el pastel hacia sus lares. Pues supongo que desde el Govern y el Consell ya lo habían calculado.

Añoraré sus autocares repletos de turistas perfectamente organizados frente al desbarajuste de los miles de coches de alquiler, y añoraré a sus guías con sus grupos de turistas rejuntaditos y apretujados frente al libre albedrío del turista independiente de internet que invade nuestro pequeño espacio vital continuamente.

Estamos en el velorio de un modelo de turismo, y no tenemos repuesto.