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Marga Vives

Por cuenta propia

Marga Vives

Placer por lucro

Un monstruo es algo anormal y perverso que espanta más por su fealdad que por su malicia. Por eso la monstruosidad cuando es bella nos pilla más desprevenidos. El paisaje de Formentor nos parece tan idílico que en él los sinónimos de la palabra terror pierden el sentido de la realidad y en su lugar nos sumergen en una literatura de bestias hermosas y horrendas, que han sorprendido durante siglos a los héroes y villanos de la ficción. Animales fantásticos o engendros deformes y crueles, gigantes o diminutos, jalonan las peripecias de los grandes viajeros, desde Ulises hasta Gulliver y nos dan cuenta del "enigma perpetuo de la imaginación" que son los seres monstruosos. De ellos se habló en las conversaciones literarias de la Fundación Santillana este fin de semana, como una premonición del mundo que se avecina, con sus quimeras y fantasmas que tanto asustan cuanto más humanos parecen.

"El Pueblo Soberano está en un estado bestial", escribió alguien en 1830. El Gobierno británico había liberalizado la venta de cerveza y el fermento de lúpulo corría como riadas por las calles del reino. Un pastor protestante del Movimiento por la Templanza decidió empezar a organizar viajes cortos por la campiña para distraer a sus feligreses e impedir que siguieran empinando el codo y pegando a sus esposas. Cuentan que su debut fue tan desastroso que muchos no habrían dado un duro por el proyecto. Sin embargo, medio siglo después se hubo convertido en una marca que vendía más de 3 millones de viajes al año y tenía oficinas hasta en Jerusalén. Para entonces el hijo ya había tomado las riendas del negocio y arrinconado las pretensiones filantrópicas del padre -y al progenitor mismo- en favor del lema "pleasure for profit".

Este lunes pasado, casi dos siglos después de aquella historia, la pesadilla se desataba con la bancarrota de Thomas Cook. El cierre de un operador de vacaciones siempre es una tragedia, porque hay pocas cosas tan sagradas como la de darse el placer de quitarse por unos días la faja de la cotidianidad. Sin la quiebra de esta marca de solera probablemente seguiríamos ignorando la paradoja que se ha hecho célebre de que el inventor de las excursiones a un chelín, que lo hizo para tratar de mantener sobrios a sus compatriotas, ha terminado siendo recordado como precursor de los paquetes de borrachera y sexo con destino a Punta Ballena o al Balneario 6 de Palma.

Cook no descubrió el turismo pero sí la fórmula de hacerlo accesible. Y con los años, al triunfar, engendró ese monstruo agazapado que es el oligopolio. Cuesta creer que la salvación de una empresa que seguía manteniendo un flujo de decenas de miles de clientes a la semana dependiera de una inversión de 200 millones de libras - poco más de lo que el Estado español debe a Balears en los presupuestos de este año-. El gobierno alemán inyectará el doble a la aerolínea Condor para que no corra la misma suerte que Neckermann, que también bajó la persiana hace un par de días, arrastrada por el desplome del mayorista de Reino Unido. Un viaje por la cadena de acontecimientos luctuosos que ha generado la caída del gigante británico da cuenta de la complicada geografía de adquisiciones, fusiones y códigos compartidos que impera en el sector y que acentúa la fuerte dependencia de los grupos empresariales. La mayor parte de las bestias pardas de hoy tienen que ver con el dinero y la globalización, pero no atisbamos su voracidad hasta que se mueren, porque forman parte de nosotros, del lugar por el que transitamos. Un monstruo es algo que crece sin tú enterarte, como una enfermedad, como una fea costumbre, una amistad tóxica o una mala hierba, y, si no espabilas, te devora, porque el mercado no se anda con contemplaciones y el turista, bueno, ese es otra cosa. Lo que no logre el Brexit tampoco lo harán las repatriaciones, tal es el empeño en pasar aquí sus vacaciones. Sin embargo ya suenan afinadas las trompetas del apocalipsis pidiendo ayudas económicas a una industria que hasta ayer exhibía tal liquidez que estaba dispuesta a asumir el peso de la quiebra de uno de sus operadores para salvarlo. Es lícito que pidan lo que les plazca pero no es de muy de cuerdos siquiera plantearse concederles subvenciones para que mantengan sus millonarios beneficios y que la fragilidad siga instalada en el bando de quienes, otra vez más, han salido perdiendo su empleo y sus derechos. Pleasure for profit; placer a cambio de lucro. El pastor Cook poco haría hoy por sus ovejas.

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