La nostalgia me aporrea a menudo. Debe ser la edad, que suma páginas al calendario y es mucho lo vivido. Anteayer fue uno de esos días. Sucedió mientras escuchaba al presidente del Gobierno en funciones Pedro Sánchez y a los partidos de la oposición atizarse sin pudor y encaminar al país a la repetición de las elecciones generales el próximo 10 de noviembre. Escuchaba los rifirrafes y cómo se retozaban en el lodo sin dejar de pensar en cuánto añoro otras épocas, otros diputados y otros parlamentos, en España y fuera de España.
No daré ejemplos, porque sería demasiado largo, pero seguro que ustedes saben a lo que me refiero.
Aquellos tiempos en que la política no gritaba tanto como ahora ni existía una dislocación tan grande entre lo que los políticos creen que hacen (volver a pasar una reválida en las urnas) y lo que hacen en realidad: protagonizar un fracaso monumental que les aleja cada vez más de buena parte de la ciudadanía, esa que sufre de desapego. No puedo hablar en nombre de todo el electorado (de hecho huyan como si quemaran de los que se atribuyen esa capacidad), pero sí sé lo que opino yo y unos cuantos de mis círculos, que de ninguna manera queríamos las cuartas elecciones en cuatro años. No, Pedro Sánchez, no hace falta que hablemos más claro en las urnas. Son ustedes los que tienen que afinar el oído y escucharnos. España necesita un gobierno que ejerza y que no eternice la coletilla "en funciones". Que piense en lo mejor para el país y para la ciudadanía, tanto para la que le ha votado como para la que no. Y también precisa una oposición que esté a la altura. La obviedad aquí recién escrita es tan grande que puede sonar a niñería, pero es tanto lo que se han alejado de nosotros que es necesario recordarlo. Vuelvan a los básicos que nos enseñaron desde el colegio, por favor. Estaremos atentos y ojalá que consigan que la nostalgia tenga menos motivos para atacarme de nuevo.
