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Antonio Papell

El último cartucho de Ciudadanos

Rivera ha tenido la ocurrencia de proponer al PP abstenerse ambos en una hipotética investidura de Sánchez, si este aceptaba unas condiciones humillantes, pero Casado no ha picado el anzuelo

Ciudadanos, que abandonó voluntariamente el centro político, lo que le ha supuesto la huida precipitada de la fracción socialdemócrata que lo respaldaba y la desbandada de los intelectuales que le habían acompañado, con Francesc de Carreras a la cabeza, ha concluido su disparatado periplo hacia ninguna parte ofreciendo in extremis la abstención al PSOE en condiciones risibles. El PSOE ha ironizado en su respuesta contra quienes, a estas alturas, ponen en duda su constitucionalismo. En definitiva, desmontado el amago de Cs y dada la obstinación de UP con la fórmula de la coalición, las elecciones son inexorables.

La pirueta final de Ciudadanos ha sido un burdo intento de sortear las consecuencias de sus propios errores. Tras el viraje doctrinal a estribor y declarada su voluntad de sustituir al PP como referente de la gran derecha, la formación de Rivera, que no logró el sorpasso en abril, optó incomprensiblemente por consolidar todo lo posible al depauperado PP en todas las comunidades y ayuntamientos en que ello ha sido posible, dándole un gran balón de oxígeno a Casado, quien, pese a su escasísima representación parlamentaria, ha conseguido consolidarse. Para lograr tal proeza, Ciudadanos, que llegó a la política con declarada voluntad de regeneración, no sólo ha pasado por alto la corrupción del PP en ámbitos como el madrileño sino que se ha unido a Vox en el apoyo a los gobiernos populares. Todos estos movimientos han dejado a Ciudadanos sin la menor opción de liderar la derecha y sin la menor posibilidad de desempeñar las funciones de partido bisagra. Es decir, lo han dejado sin sitio. Un gran alarde, que a buen seguro habrán asimilado ya sus antiguos votantes.

Pues bien: para que no se diga que Ciudadanos entorpece la gobernabilidad, Rivera ha tenido en el último momento la ocurrencia de proponer al PP abstenerse ambos en una hipotética investidura de Sánchez, si este, previamente, hubiera estado dispuesto a aceptar unas condiciones humillantes: pactar con "Navarra Suma" el gobierno navarro (si el PSOE tuviera un pacto con Bildu gobernaría Pamplona, como es evidente), formar una mesa para negociar la aplicación del artículo 155 a Cataluña (la amenaza es, como se sabe, la mejor manera de manejar los conflictos para resolverlos) y no subir impuestos (cuando Sánchez ya ha anunciado que, si gobierna, no subirá impuestos€ a la clase trabajadora). Evidentemente, el PP no ha picado el anzuelo, con lo que Rivera ha quedado en ridículo.

Nadie en sus cabales podía/puede imaginar que Sánchez aceptaría este trágala, que además no tiene sentido porque de lo que se trata no es de conseguir la investidura sino de gobernar, y apañado estaría el PSOE si tuviera que basar su acción de gobierno en este Ciudadanos. De donde hay que deducir que la propuesta no tenía otra finalidad que la electoral€ Por más que pueda convertirse para Cs en un arma de dos filos. Porque los ciudadanos, pese a lo que piensan algunos, no son ni manipulables ni estúpidos, y no suelen perdonar que alguno se tome con ellos la confianza de intentar que comulguen con ruedas de molino.

Tal como están las cosas, y aunque no se puede descartar que unas próximas elecciones aporten nuevos elementos que faciliten la gobernabilidad de forma clara -la irrupción de Errejón sería uno de ellos-, tampoco se puede rechazar de antemano una "gran coalición" a la alemana. Fórmula que nada tendría que ver con la propuesta de Ciudadanos, y que en todo caso parece prematura en este país: después de la grave crisis, del deterioro de los grandes servicios públicos y del descuelgue de nuestra presión fiscal con respecto a la media comunitaria, todo indica que haría falta una reconstrucción del Estado de bienestar antes de plantearse una alianza como la de Berlín.

De momento, todas las encuestas publicadas y el propio sentido común sugieren que unas nuevas elecciones fortalecerán a los dos grandes partidos de centro-derecha y de centro-izquierda, en tanto se producirá el declive de los "nuevos partidos" que no están atinando ni con su papel ni con su discurso. Y si Ciudadanos quiere remediar este naufragio, tendrá que buscarse un salvavidas mejor que esta última y desatentada ocurrencia.

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