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Juan José Millas

Tierra de nadie

Juan José Millás

Oscuridad total

Cuanto más crecen las empresas, menos empleados necesitan. Es el caso de Telefónica, que vuelve a recortar empleos con una oferta de cinco mil bajas voluntarias para mayores de 53 años. A los 53 años, hoy, se es un crío laboralmente hablando. Las condiciones, en apariencia, parecen ventajosas: 68% de la retribución bruta hasta la jubilación, asunción por parte de la empresa de los gastos de la Seguridad social, y mantenimiento de beneficios sociales como el seguro médico. Si eso es lo que ofrecen por irte a la calle, ¿qué no darían para que te fueras de este mundo? El debate de la eutanasia podría solucionarse trasladándolo al mundo del trabajo: bajas voluntarias incentivadas con el 68% de la retribución bruta y suicidios premiados con el doble.

El acuerdo incluye, de hecho, alguna clase de muerte, pues prohíbe a quienes lo acepten trabajar en el mismo sector que abandonan. Un suicidio profesional, en suma. No conviene que el talento ande suelto por ahí. Esto se veía venir desde los acuerdos de Maastricht, que condujo al sindiós de que indemnizaran al agricultor por arrancar olivos o al ganadero por matar vacas. A no mucho tardar, el Estado dispondrá de un cuerpo de desmotivadores que invitará a los niños de 7 años (la edad del uso de la razón) a firmar el compromiso de no formarse en oficio alguno para evitarles la tentación de ganarse la vida de mayores. Ya veremos a cambio de qué, porque algo tendrá que hacer la gente, además de embrutecerse con la tele.

Trato de imaginar la conversación entre un joven de los que ahora mismo pagarían por trabajar y un hombre de mediana edad al que le han pagado por dejar de hacerlo. Un padre y un hijo, por ejemplo.

-Papá, me ofrecen un puesto de vendedor de material de oficina, pero he de abonar 200 euros al mes.

El padre no tendría otro remedio que echarle una mano con lo que le ha quedado de la baja incentivada. Por cierto, que el sintagma «baja incentivada» posee una cualidad contradictoria y perversa, como si a la venta de un hígado le llamaran «amputación estimulada». Hay estímulos que deberían estar prohibidos, pero hemos entrado en una zona de oscuridad total.

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