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Jose Jaume

Desde el siglo XX

José Jaume

Abandonad toda esperanza: vamos a las urnas

Dante, en La Divina Comedia, sitúa en el frontispicio de la entrada de los infiernos, la demoledora sentencia: lasciate ogni speranza, voi ch'entrate; traducción libre: los que transpasen el umbral que abandonen toda esperanza. La condena para la eternidad se consuma. No hay vuelta atrás. Dante enuncia el terrorífico mensaje que el vengativo Dios del Antiguo Testamento trasmite al mundo cristiano pastoreado por las iglesias que han hecho del llamado "temor de Dios" su más eficaz instrumento de coerción. Parece que la vida política española pierde a chorros cualquier atisbo de que retorne el sosiego institucional echado a perder cuando un presidente del Gobierno inoperante, Mariano Rajoy Brey, siempre pusilánime, casi tanto como el lamentable Santiago Casares Quiroga, que, avisado de lo que se preparaba el 18 de julio de 1936, declinó tomar las medidas oportunas para abortar el golpe de Estado. Rajoy nunca quiso enfrentarse al desastre que venía de Cataluña, donde unos independentistas, perdido el sentido de la realidad, creyeron llegado el anhelado momento de fundar la quimérica república independiente. Después fue tarde. El artículo 155 de la Constitución devino en placebo. El juicio en el Tribunal Supremo de Manuel Marchena es en esencia un acto punitivo de irracional ajuste de cuentas. Rajoy, apartado por una moción de censura que debió neutralizar dimitiendo, dio paso a un político osado, casi un kamikaze, del que se puede esperar todo, desde el desbarre hasta el comportamiento de político de Estado.

La derecha está en manos de dos acelerados advenedizos, Casado y Rivera, carentes de las imprescindibles reservas morales para evitar abrazarse a la extrema derecha, a esos transplantes del pasado que son Abascal, Ortega y, por encima de ellos, la sinuosa Rocío Monasterio. PP y Ciudadanos han fletado gobiernos regionales en Madrid y Andalucía que traerán a España inestabilidad y crispación. No son conscientes de que cuando se da asiento a la extrema derecha, la de siempre en España, la nacionalcatólica, ribeteada de xenofobia y renovado fascismo, le aseguran un lugar al sol por largo tiempo. La de PP y Ciudadanos, la de España Suma, es una derecha posiblemente en franco declive. Casado trata de sobrevivir. Rivera es una absurda excrecencia para la estabilidad hispana.

Se busca el imposible entendimiento entre Sánchez y Pablo Iglesias, otro de los actores que ha irrumpido en la escena de las Españas cabalgando en su desmedido ego y aplicando a rajatabla la práctica comunista de exterminar primero a los correligionarios para después acabar a quien es atrapado en su órbita maldita. Iglesias es elemento destructor por su propia naturaleza.No puede permanecer permanente e inalterable (como enfatizaban los derogados principios fundamentales de la dictadura franquista), porque su propósito antes y ahora es el de acabar con el sistema. No pretende modernizarlo. Quiere liquidarlo. Lo que desconoce es con qué sustituirlo. Eso se le escapa, tampoco le interesa en demasía. Es un comunista que siente atracción por la acción directa de los anarquistas que sembraron el caos en los primeros cuarenta años de la España del pasado siglo.

¿Cómo montar un gobierno en el que estén las mujeres y hombres de Iglesias? No se trata de que en España no exista tradición de gobiernos de coalición estatales desde los tiempos de la Segunda República. Ni de que lo que es plausible en ayuntamientos y comunidades autónomas lo sea en el Ejecutivo del Estado. La cuestión es otra: PSOE y Podemos no pueden coaligarse. Ni tan siquiera durante la Guerra Civil socialistas y comunistas se entendieron. Y eso que se enfrentaban al fascismo. Otro de los dramas que dieron al traste con la República, que se quiso burguesa, liberal y socialdemócrata.

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