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Norberto Alcover

En aquel tiempo

Norberto Alcover

Lluc: gratitud y esperanza

Todos los mallorquines tenemos alguna imagen interior del Monasterio de Lluc. Puede que se trate de una imagen casi perdida en el tiempo, cuando nuestra fe era más robusta, antes de la secularización que nos arrastra sin saber a dónde? pero en su momento lo sabremos. Pues bien, el Monasterio de Lluc despedirá el domingo 8 de septiembre a quienes han sido sus gestores y evangelizadores desde hace nada menos que 128 años de historia eclesial mallorquina, los Misioneros de los Sagrados Corazones, conocidos popularmente como "Coritos". Tras una larga estancia, que seguramente forma parte de la imagen comentada, abandonan esta misión diocesana por la sencilla razón de que las vocaciones flaquean, situación que también afecta a otras instituciones eclesiales. Así pues, la imagen interior tendremos que modificarla por la presencia de tres miembros de la Diócesis de Mallorca que les sustituirán: Mariá Gastalver, como nuevo Prior, Antonio Burguera y el diácono casado Toni Moreno, junto, claro está, con el equipo laical que ya trabajaba con anterioridad. Imagen clásica matizada. La realidad impone las medidas. Nuestra diócesis, con dificultades lógicas, sigue adelante en este nuevo tiempo que preconiza una tierra nueva. Al menos, quien esto escribe, se apunta a una esperanza discernida, precisamente porque es creyente. Sin más.

Los Misioneros de los Sagrados Corazones tienen motivos para mostrarse satisfechos de sus largos años en Lluc: le han dado un estilo popular asumible por el conjunto diocesano, han misionado de forma directa y también indirecta, y, sobre todo, han sabido estar al pie del cañón durante años de grave conmoción eclesial y social: Vaticano II hasta llegar al papa Francisco. Momentos difíciles por graves complejidades en la transformación de la Iglesia (y de la Iglesia mallorquina), implacable avance del secularismo, y, en fin, matizaciones varias en la interpretación de la llamada "piedad popular". Pero insisto, mientras tanto, estos hombres no se han movido del lugar encomendado, todos y todas sabíamos que al llegar a Lluc les encontraríamos con la mano en el arado. Y esta fidelidad a lo largo de 128 años es el mejor ejemplo de fidelidad a una vocación activa y contemplativa en medio de la historia humana. Desde aquí, y supongo que en nombre de muchos y de muchas, mi felicitación más cálida y mi gratitud más verdadera. Tienen que vivir felices con tanto bien acumulado. La misión eclesial nunca concluye.

De esta manera, es la diócesis en cuento tal la que se hace cargo de la administración del Monasterio de Lluc, mediante las personas ya citadas, quienes han aceptado el tránsito desde otras tareas significativas en la isla. Desconozco por completo el camino recorrido por el obispo Taltavull hasta designar a estas personas como nuevos líderes del Monasterio. Mallorca es dada, y en ocasiones con pasión, a la crítica de estilete, pero no tanto a la crítica discernida, "saliendo de nuestro propio querer e interés", en palabras de Ignacio. Es el momento de mostrar la fraternidad sacerdotal, ampliándola a los laicos y laicas que nos son del todo necesarios. No se trata de "dejarles hacer alguna cosa", en absoluto. Se trata de que realicen todo aquello que la Iglesia puede poner en sus manos, y que es mucho. Por otra parte, en el documento episcopal de designación, se alude a sacerdotes que puedan echar manos evangelizadoras a estos tres responsables, en el sentido de que, desde ahora, Lluc es "una responsabilidad compartida" del conjunto diocesano. El clero secular y regular mallorquín tiene arduo trabajo en sus sitios de evangelización, pero "mirar a Lluc" se hace necesario para que la fe del pueblo esté siempre activa. Los signos y las tradiciones siempre son necesarios.

Este tiempo que vive la Iglesia en Mallorca, visto en panorámica, es apasionante. No solamente nos estamos jugando el presente, que resulta obvio, porque también está en juego la transición eclesial mallorquina de cara a los próximos veinte años. Tendremos que mirar muy de cerca la evolución histórica civil, pero no se nos debe pedir que cedamos a los demonios ocultos, y no tan ocultos, en el alocado devenir social. Ojalá, desde el Monasterio de Lluc, se trabaje en la mejor tradición y también en distinguir los signos de los tiempos? sin dejarnos deslumbrar por los neones tan de moda. Seguro que sí. Gracias y adelante.

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