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Antonio Tarabini

Entrebancs

Antonio Tarabini

Crónicas estivales (V), de casinos y príncipes

En 1979, las primeras elecciones municipales, el PSOE me ofreció liderar la candidatura socialista en Calvià. Me había dado de alta hacía escasos meses. El motivo fue porque desde Gadeso gestionamos con éxito la promoción y construcción de 400 viviendas en el término de Calvià, destinadas a trabajadores de hostelería, mayoritariamente militantes ugetistas. No obtuvimos la alcaldía, pero formamos gobierno con diversos grupos de independientes. Fue mi primera experiencia, junto con los demás compañeros, de gestión política desde un ayuntamiento.

Calvià era una realidad compleja. Dos núcleos urbanos tradicionales no ubicados en la costa (Calvià vila y Capdellà). Múltiples enclaves turísticos en expansión (Cas Català, Illetes, Costa d'en Blanes, Palmanova, Magaluf, Santa Ponça, Peguera€). Su actividad inmobiliaria y de construcción en pleno auge. La expansión hotelera y actividades complementarias (con casino incluido) crecía año a año. Tales "crecimientos" se regían por un Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), como mínimo confuso y permisivo. Nuestra primera misión debía ser aplicar racionalidad a los criterios expansionistas, y dotar de servicios básicos a las personas y familias residentes. El agua potable y su distribución era privada, la recogida de basuras catastrófica y su "eliminación" quemada a cielo abierto, y suma y sigue. A mí me tocó la responsabilidad de Urbanismo y Turismo. Desde mi ingenuidad me tiré a la piscina sin saber nadar y sin flotador. Y comenzaron los problemas. Múltiples promotores y empresarios turísticos mostraban sus inquietudes ante cualquier iniciativa municipal, aunque fuera únicamente para recabar información.

En urbanismo no optamos por la realización de un nuevo PGOU, sino por centrarnos en sus modificaciones más urgentes y necesarias que nos posibilitaran una aplicación racional de la perversa realidad urbanística del término. Así se hizo con el visto bueno de la mayoría municipal. Pero pisamos los "callos" de personajes notables. Les cuento dos anécdotas reales como la vida misma, y que hasta hoy no había contado.

Hicimos una primera revisión de la gestión de cobros de impuestos y tasas. Sin saberlo herí los sentimientos y los intereses de un promotor apellidado Tchokotua y de su socio en un desarrollo urbanístico en Cala Fornells. Un día se me aproximó una persona a con un mensaje: una persona de máximo relieve quería conocerme. Para ello debía presentarme el día D y a la hora H en el Museo Krekovic ubicado en el Polígono de Levante de Palma. No entendía el interés, pero fui. Guardia Civil en la puerta, y en el interior una persona "muy honorable". Después de un breve saludo me preguntó si conocía y/o si sabía quién era el príncipe Tchokotua". No, no lo conozco; no sabía que fuera "príncipe"; pero me consta que tiene actividades empresariales en el término de Calvià". La persona "muy honorable" me explicó quién era el tal príncipe. La consecuencia lógica debía ser "no molestarle". Me marché. No conté a nadie la entrevista, y no cambié ninguna actuación prevista.

La segunda anécdota ocurrió cuando un día recibo una llamada telefónica de un ilustre despacho de abogados de Madrid. Uno de sus titulares tenía interés en hablar conmigo de un asunto de mutuo interés. Me citó en el Hotel Valparaíso. Muy simpático, me saco un cartapacio que incluía todos los detalles y milagros de mi vida privada. Conocía mi vida mejor que yo. Alabanzas mil y una. Con tal currículo podría brillar. Y me habló del casino, al que por lo visto también había molestado. Fue al grano, me ofrecía un puesto en el consejo de administración del casino si retiraba todos los agravios. Igual que en el caso anterior me marché, no conté a nadie la entrevista, y no cambié ninguna actuación prevista.

No todos los políticos son corruptos. La coalición de gobierno se rompió. Los socialistas pasamos a la oposición. No fui el único tentado, no tengo especial vocación de mártir, no fui protagonista de ninguna heroicidad. Es mi historieta. Preferí simplemente ser leal conmigo mismo. No repetí como candidato.

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