Investir presidente del Gobierno es muy fácil pese a las apariencias actuales que apuntan en la dirección contraria. Existe una solución infalible, que ya ha sido probada con eficacia en otras circunstancias y que, si se aplicara, lograría resultados en cuestión de días o semanas.

El primer paso consiste en convocar a los diputados. Hay que sacarles de sus vacaciones estivales y citarles con urgencia en Madrid. Téngase en cuenta que desde que fueron elegidos el pasado 28 de abril apenas han currado tres días. Primero para constituir la cámara y después para la fallida investidura de Pedro Sánchez.

El segundo acto obliga a aislarles de sus asesores. Son los que calculan cuántas décimas subirán o caerán en las encuestas si su líder pronuncia una insensatez disfrazada de frase brillante. Son gurús enmascarados detrás del líder. Están más atentos a la ganancia del político que a la del ciudadano.

A continuación será imprescindible retirarles los móviles. Así se logrará que no escriban estupideces a través de tuits. También se les prohibirá conceder entrevistas en radio y televisión hasta que cierren un acuerdo para elegir al nuevo Papa... perdón, al presidente del Gobierno.

El aislarles mediáticamente impediría que presentaran alternativas imposibles. Por ejemplo, Pablo Casado y Albert Rivera dejarían de proclamar con expresión seria que no desean unas nuevas elecciones, que no piensan abstenerse si el líder socialista vuelve a ser propuesto para formar Gobierno y que el PSOE traicionará a la humanidad entera si pacta con nacionalistas y populistas. Un triple condicionante que conduce a los españoles a un absurdo callejón sin salida.

Pedro Sánchez tampoco afirmaría los lunes que Pablo Iglesias es su socio preferente, los martes que no es de fiar y los miércoles que negocia con Podemos para formar un Ejecutivo estable que situará a este país en una Arcadia feliz.

Sujetos a esta presión, la solución llegaría en cuestión de horas. Por si acaso aún queda una bala en la recámara. Si la tozudez de nuestros representantes es sobrehumana, se les puede dejar sin aire acondicionado en pleno agosto. El éxito está garantizado.

Es una estrategia cuya eficacia fue probada hace casi 800 años por los habitantes de Viterbo. Los 19 cardenales reunidos en la ciudad italiana no alcanzaban un acuerdo para elegir al sucesor de Pedro en un cónclave que había comenzado el 29 de noviembre de 1268. Las batallas políticas entre franceses e italianos bloqueaban cualquier tipo de compromiso. Las autoridades locales tomaron cartas en el asunto. Primero procedieron a aislarles. Después les alimentaron solo con pan y agua. Al final incluso retiraron el techo del palacio en el que se encontraban reunidos para que quedaran al albur de las condiciones meteorológicas. Gregorio X fue, al fin, elegido Papa el 1 de septiembre de 1271. Casi tres años después, el Espíritu Santo inspiró a los purpurados.

Si absurda es la incapacidad de los políticos para lograr acuerdos en momentos en los que la crisis económica asoma de nuevo la patita o el conflicto territorial continúa enquistado, nadie puede cuestionar que se planteen salidas disparatadas. Pero el mayor desatino de los partidos sería lograr que los ciudadanos se hartaran de la política, dieran la espalda a las urnas y se produjera una gran abstención. Van camino de lograrlo. Y algunos de ellos creen que sacarán rédito de tanta desafección.