Las instituciones progresistas vivieron de proyectos irrealizados o irrealizables durante la legislatura pasada, véanse la ficticia supresión de las corridas, el derribo de sa Feixina y tantos otros. Dado el éxito que surtió su engaño en las urnas, piensan disfrutar de cuatro años más de agendas, anuncios, propuestas, planes, iniciativas, observatorios y estudios. Muchos estudios. Esta plaga requiere soluciones drásticas, por lo que debe autorizarse a los cada vez más escasos periodistas a que acudan armados a las ruedas de prensa, para disparar en cuanto el alto cargo se apoye en un deletéreo objetivo que nunca piensa coronar. Tendrán que llevar munición abundante.
Verbigracia, Patricia Gómez anuncia en su condición de subconsellera de Sanidad que "el primer edificio de Son Dureta puede estar acabado a finales de 2023". Qué casualidad, en la próxima legislatura. Y quien dice "finales de 2023", en realidad se refiere a 2024, o a 2027. Sobre todo, en el departamento que ha multiplicado la tortura de las listas de espera. No estamos en contra por principio de que los políticos se burlen de los ciudadanos, pero exigimos un mínimo de estilo. Armengol prometió la reforma del hospital en 2016. Se puede asegurar que diez años después no se habrá llevado a cabo, sin una sola realización memorable entre medias. Ya está bien.
Andamos un poco hartos de promesas, frente al "peix al cove" que no solo practican los catalanes, sino hasta los ignotos cántabros. El daño en vidas individuales, de nuestra propuesta/promesa/iniciativa de acción directa en las ruedas de prensa, será inferior a la humillación colectiva que infligen los proyectos inviables desde el mismo día en que son formulados. Es la única manera de que el Govern deje de apadrinar medidas a plasmar en 2030, cuando todos los estudios coinciden en que el planeta no tiene garantizada esa fecha de caducidad.
