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Matías Vallés

Estados Unidas Podemos

Los antisistema se han instalado en el núcleo del Partido Demócrata en la figura de las cuatro congresistas de 'The Squad', que crean más problemas a los progresistas que a la derecha

La política y el deporte se miden en victorias, por lo que no conviene lastrarlos con tupidas consideraciones morales. Un jugador o un representante público, en suma un player, se convierte en nocivo cuando crea más problemas a su propia formación que al adversario. Sobran los ejemplos en España, pero el entusiasmo de la historia por repetirse ha llevado al partido Demócrata estadounidense al borde de la fractura, debido a la emergencia en su seno de una corriente izquierdista o radical, según el color del cristal.

Cabe hablar de los Estados Unidas Podemos. Los antisistema se han instalado en el núcleo Demócrata por medio de las cuatro congresistas bautizadas The Squad, y que resultan tan inconvenientes para la derecha como para la izquierda moderada. Las nuevas estrellas de la política estadounidense se llaman Alexandria Ocasio-Cortez, Ilhan Omar, Ayanna Pressley y Rashida Tlaib, donde los nombres ya apuntan a un distanciamiento de los cánones caucasianos y anglosajones protestantes.

Las propuestas de The Squad serían socialdemócratas en Europa, pero pecan de revolucionarias en Washington. Sanidad pública universal, medidas contra el cambio climático, fiscalidad elevada para las rentas plutocráticas o gratuidad de la universidad. Las sorprendentes vencedoras, ante candidatos Demócratas instalados durante dos décadas y diez elecciones en el Congreso, enfurecen a su correligionaria Nancy Pelosi. Para entender la animadversión que les dispensa la presidenta de la cámara, hay que regresar de nuevo a la rabia que asalta a Pedro Sánchez cuando comenta las andanzas de Pablo Iglesias.

Las rebeldes de The Squad tienen presente que Hillary Clinton no perdió las elecciones por ser mujer, sino por su proximidad excelentemente remunerada a Goldman Sachs. Sin embargo, su derrota ha lastrado a la causa femenina que representa, con un impacto simétrico a una victoria que se daba por descontada. De ahí la belicosidad de Ocasio-Cortez, que tiene 29 años y ni siquiera podrá presentarse a la Casa Blanca hasta los 35, frente a una Pelosi que le saca medio siglo de experiencia y de complejos. La congresista veinteañera, nativa del Bronx, era una absoluta desconocida hasta el punto de que solo debuta en la Wikipedia en junio de 2018. Sin embargo, hoy está considerada la segunda persona más citada en Estados Unidos, solo por detrás de Trump. En efecto, su ascenso meteórico también remite al auge de Podemos a mediados de esta década.

Aunque nadie lo diría por el encono que se dispensan los espadachines Demócratas, el objetivo final consiste en evitar la reelección de Trump. En este asalto, la inmigrante somalí Ilhan Omar le ha arrebatado el protagonismo a Ocasio-Cortez. La congresista de origen africano por Minnesota era la destinataria más señalada de un tuit presidencial, que golpeaba en bloque a The Squad. Dada la procedencia de las cuatro diputadas, el líder del mundo libre se preguntaba “¿por qué no regresan y ayudan a solucionar los problemas de los países rotos e infestados de criminales de donde vinieron?” Y así quedó inaugurada de modo oficial la campaña presidencial de 2020. La raza iba a centrar el debate.

Tomarse a broma a Trump es más peligroso que aceptar seriamente sus postulados. Este año mostraba su carta favorita, “mi vida es una apuesta”. Operando desde la lógica de uno de los jugadores a quienes despluma en sus casinos, el presidente estadounidense ha mostrado una especial habilidad para arrinconar a sus enemigos en posiciones extremas, y así hurtar el cuerpo al análisis de su gestión.

En cuanto percibió que el ataque racial y racista a The Squad cohesionaba a sus bases, Trump remató el endurecimiento de la política de asilo con otro tuit categórico. “Si no sois felices aquí, podéis marcharos”. Y así se desemboca en el “Devolvedla a su país” referido a Omar, que coreaba el público en un mitin presidencial, ante el silencio cómplice y deleitoso del gran jugador. Los Demócratas y los demócratas reaccionaron con el mismo horror, pero sus propuestas de contraataque siguen siendo antagónicas, empezando por la viabilidad del impeachment o imputación presidencial.

La congresista Omar ha respondido a la agresión recordando que en las elecciones del año próximo “se pelea por el alma de nuestra nación”. Demasiada grandilocuencia, seguramente por el exceso de celo del inmigrante hacia la tierra de acogida, que Trump se niega a reconocerle. Sin embargo, el Clinton siempre vencedor repetía el mantra elemental de que “la política es gobernar”, válido sin modificaciones para la competición deportiva. Y aquí llega la paradoja, porque los Demócratas satanizan a Trump pero buscan a un candidato varón y blanco, frente a la amenaza de The Squad. Un cínico hablaría de un supremacismo pragmático que remita a Johnson. Lyndon, no Boris.

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