Han pasado más de 27 años desde que se aprobara la ley de bienestar animal y apenas ha cambiado el texto a pesar de la fracasada intención de la izquierda por desterrar de las Islas Baleares el arte de la lidia a través de una reforma legal frustrada por el Tribunal Constitucional.

Han pasado ya más de 27 años desde que se aprobara la ley de bienestar animal y desde entonces nuestras relaciones y sentimientos hacia los animales han cambiado hacia tendencias mucho más proteccionistas. La izquierda en la reforma legal que promovió no quiso abordar la adaptación de la ley hacia esa realidad tan cambiante. Las entidades animalistas tampoco exigieron ni ambicionaron mucho más, como si prohibiendo las corridas de toros desapareciera todo maltrato animal posible. El objetivo era perseguir a la tauromaquia, a su afición y a sus seguidores, todo lo demás no importaba o importaba un bledo.

El sufrimiento animal existe en las granjas y también en los mataderos, existe en los laboratorios científicos, en las fincas particulares, en la matanza del cerdo y hasta en la fiesta del sacrifico que profesan y practican, también en Balears, culturas bien distintas a la nuestra. Nada de esto fue abordado en la ley por la izquierda balear, lo que demuestra que su propósito no estaba en la protección de los animales sino en prohibir la libertad cultural de los demás.

Y quisieron prohibirlo disimuladamente, sin que apenas se apreciase. Quisieron desde la política cambiar las reglas de un espectáculo artístico para acabar con él, para destruirlo de otra manera. Quisieron a través de una ley deformar sus elementos esenciales hasta hacer del espectáculo algo irreconocible, mutilar su sentido y hacerlo inviable, inútil, inservible, privándolo de todo su ritual y liturgia.

La reacción del Gobierno Central no se hizo esperar. El recurso de inconstitucionalidad era inevitable. Las leyes 18/2013 y 10/2015, que regulan la Fiesta como Patrimonio Cultural de España obligan a los poderes públicos a garantizar su conservación. La izquierda balear estaba avisada. Un informe elaborado por el ministerio de Cultura y Bellas Artes concluía que 9 de los 14 artículos que la ley contenía eran inconstitucionales. La izquierda balear desatendió todas las advertencias y así le fue.

La sentencia que resuelve el recurso de inconstitucionalidad puso tierra de por medio y permitió recuperar en Balears una manifestación viva, propia de la sociedad española y estrechamente ligada a nuestro patrimonio cultural. Un espectáculo perfectamente reconocible y que se compone de sus tres tercios y la muerte del toro, lejos de las extravagancias que proponía la izquierda balear para convertir las corridas en un espectáculo aburrido y ruinoso.

La sentencia del Tribunal Constitucional recoge conceptos como el tradicional desarrollo de la corrida, su celebración, su reconocimiento como institución cultural o la consideración de la corrida como manifestación paradigmática de la fiesta tradicional española. Conceptos que considera necesitados de protección con independencia de la existencia de opiniones contrarias a la tauromaquia.

Puede que exista una mayoría a la que no le gustan los toros, que no haya ido ni vaya nunca, pero se trata de una mayoría que se opone a su prohibición. Se trata de una mayoría tolerante que nunca promovería su recuperación si desaparecieran, pero se comporta con respeto mientras viva la fiesta incrustada en nuestra historia y cultura colectiva. Una mayoría que nada tiene que ver con esa minoría de comportamientos indisciplinados que detesta la tauromaquia, que odia a quienes la defienden e incluso se muestran satisfechos de la muerte de un semejante si el semejante se viste de luces.

El próximo viernes regresarán al Coliseo Balear el arte, la cultura y el derecho de los aficionados a elegir su opción cultural libremente.

El próximo viernes regresarán a los tendidos miles de aficionados que han recuperado la esperanza y a los que el Tribunal Constitucional les ha dado la razón protegiendo sus libertades.

El próximo viernes no sólo se celebrará una corrida de toros, sino también el triunfo de la ley y la grandeza de un Estado de Derecho que tiene en el Tribunal Constitucional el máximo exponente en la defensa de los derechos constitucionales.

*Abogado