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Antonio Papell

Bildu y otros radicalismos

Este es un estado de derecho, y los estatutos de la organización sucesora de Batasuna resultan impecables; como ha dicho un socialista navarro, "Bildu es una carta que aunque nadie la quiere, está en la baraja"

La situación en Navarra es compleja, y parte de la complejidad proviene de la presencia, como uno de los actores principales, de EH Bildu, la organización sucesora de Batasuna que representa al brazo político de a extinta ETA. La principal fractura, que es la establecida entre nacionalistas y no nacionalistas, se agrava con el radicalismo de Bildu y con la confrontación que mantienen entre sí Bildu y Geroa Bai, una coalición de fuerzas nacionalistas encabezada por el PNV.

Si en la legislatura anterior gobernaban Geroa Bai y Bildu, ahora esta alianza no ha sumado y existía la posibilidad de reproducir en Navarra la fórmula tradicional en el País Vasco en las épocas de bonanza: la coalición entre nacionalistas y socialistas. La derecha „UPN, PP y C's„ agrupada en Navarra +, tenía 20 escaños, y la suma de PSN, Geroa Bai, Podemos e IU, 23. La abstención de Bildu podía favorecer esta alianza, como finalmente ha ocurrido.

El gobierno que ha formado María Chivite no ha sido fácil de digerir para los socialistas, pero finalmente el realismo y la transversalidad se han impuesto „en gran medida, gracias al prestigio y a la autoridad de Marcos Cerdán, antiguo secretario de Organización del PSN y actualmente colaborador estrecho de Sánchez„ para institucionalizar el diálogo entre las dos comunidades desde la orilla que pretende preservar la identidad navarra frente a la corriente que alimenta la utopía de Euskal Herria.

No se ha negociado con EH Bildu, aunque obviamente sin la abstención de al menos dos de los siete parlamentarios abertzales no se hubiera podido formar el gobierno (el incontinente Otegi, temeroso de perderse por el sumidero de la historia, se ha apresurado a destacar el ascendiente que ejercerá su organización sobre el Ejecutivo). Produce cierta repugnancia la pervivencia de un partido que todavía se asienta sobre las cenizas humeantes de una ETA que ha cometido algo muy semejante a un genocidio para sostenerse y acabar siendo estrepitosamente derrotada por el Estado y la sociedad civil. Pero este es un estado de derecho, los estatutos de EH Bildu son impecables „condenan la violencia, venga de donde venga, incluida la de ETA„ y, como ha dicho un barón territorial del PSOE, "los socialistas navarros no han buscado a Bildu, pero es una carta que aunque nadie la quiere está en la baraja". Se podrá detestar lo que es y significa Bildu, se podrá establecer un cordón sanitario que impida negociar con esta organización que jalea a los asesinos de ETA cuando salen de prisión, pero no tendría sentido que se permitiera que desempeñase un papel arbitral, que terminase imponiendo por reacción su criterio. En cualquier caso, quien afirme que el PSN ha pactado con Bildu hará el ridículo, no sólo porque es manifiestamente falso sino porque, de ser cierto, los socialistas gobernarían en Pamplona (PSN, Geroa Bai y Bildu superan a Navarra +, que es la formación que ocupa la alcaldía).

La derecha aduce que Bildu no condena los crímenes de ETA, y tiene toda la razón, pero aun dejando al margen la evidencia de que quienes invocan ahora a estas alturas trasnochadas el franquismo tampoco han condenado los crímenes de la dictadura (al margen de la guerra civil y de sus víctimas, hubo más de 50.000 fusilamientos después de la guerra), es preciso reconocer con serenidad que ya se sabía que el final de ETA, el hecho de que los criminales dejasen de amenazar y de matar, no resolvería en el acto el conflicto político y social, por lo que es obligación de todos extremar el respeto al estado de derecho para que poco a poco se restaure la difícil convivencia allá donde el terrorismo fue más intensivo y dañino.

La transversalidad nacionalismo moderado-socialismo en el gobierno vasco, que se ha producido en largas etapas históricas, ahora trasladada a Navarra, ha limado muchas aristas, ha reducido objetivamente el volumen del independentismo y ha hecho cada vez más fecundo y habitable el País Vasco. No deberíamos seguir empeñando en alzar muros y en abrir de nuevo fracturas en territorios como Navarra que buscan afanosamente preservar la paz mediante imaginativas fórmulas de convivencia.

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