Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El perro del hortelano

El zorro iba siendo perseguido por una jauría de perros. Finalmente pudo refugiarse en un hoyo del campo, y mientras intentaba recobrar el resuello y los perros ladraban su frustración a coro en la entrada de su refugio, las distintas partes de su anatomía empezaron a echarse en cara la situación de extremo riesgo. "A nosotras no nos reprochéis nada", dijeron las patas, "que nos hemos deslomado corriendo a todo correr para que no nos pillaran". Las orejas replicaron: "Ni a nosotras, que estábamos todo el rato girando de un lado para otro, siempre atentas a averiguar cuántos perros nos perseguían y si estaban lejos o cerca". Los pulmones, por su parte, todavía de forma entrecortada, argüían que ellos habían trabajado a modo, intentando insuflar oxígeno a las distintas partes del cuerpo del prófugo. Por su parte, la nariz clamaba que ella estaba ocupadísima en localizar un sitio para encontrar seguridad, lo cual fue inmediatamente rebatido por los ojos, que decían haber estado realizando la misma labor. Todas y cada una de las partes del cuerpo del zorro clamaban haber cumplido con su deber. Cuando finalmente le llegó el turno al rabo del zorro, este cándidamente dijo: "Pues yo procuraba en todo momento estar metido entre las piernas para que los perros no me pillaran".

Rápidamente todas las demás partes del cuerpo se pusieron a reñir a la cola del animal por no haber hecho nada práctico, y a culpabilizar al rabo de falta de dignidad, de inútil y demás lindezas. Enseguida se dicto sentencia y se le condenó a que saliera del refugio de la cueva. Así lo hizo, e inmediatamente fue objeto de la agresividad de los perros que lo agarraron con fuerza, tirando de ella, pero tras el rabo del zorro salió el resto del animal, que finalmente fue despedazado por la jauría.

¿Ven ustedes alguna semejanza con la realidad que nos circunda?

Repartan ustedes como mejor les plazca la identidad de los personajes de la fábula, pero convendrán conmigo en que lo fundamental es que el desacuerdo de las partes del zorro, mejor dicho su acuerdo en culpabilizar a otro, resultó en el óbito de todos, tanto de los discordantes como de los concordantes.

Esta será, quizá, la primera canícula en la que los gacetilleros no tendrán que acudir, para rellenar diarios, a relatar verbenas, visitas de famosos o a anécdotas de veraneantes ante la falta de información, nos hallamos en la temporada del "relato", o si ustedes lo prefieren, del cuento. Nos contarán, con razón o sin ella, por qué hemos llegado a la situación presente y que ciertamente la responsabilidad no es en modo alguno la del narrador de aquel relato, la culpa siempre será del rabo. Todos nuestros políticos van a lanzar sus culpabilidades al patio del vecino, sin reconocer un ápice de posible culpa o tan siquiera de posible negligencia; lo cierto es que el cuerpo del zorro sigue muerto, despedazado, en vías de descomposición, con sus huesos y miserias secándose al sol, y lo que es peor sin que se avisten posibilidades de un nuevo milagro que resucite al vulpe "lazariano".

Lo único cierto es que este estado de cosas, sobre el que hacen cábalas los distintos gurús de la cosa, tiene una víctima clara e indiscutible, la sociedad toda. En este verano, de tanto calor climático como político, nos veremos sumidos en la temporada del perro del hortelano (espero que don Lope excuse mi atrevimiento), donde todos prohibirán el sustento del cuerpo al que dicen pertenecer y representar, al tiempo que tampoco buscan para sí el alimento que engorde sus apetencias pero siempre a prudente distancia de una dieta de sentido común y eso sí, sin olvidar por un instante el mantener el ladrido, no sea cosa que nos convenzamos de que, quizá, su silencio es inmejorable.

Los ciudadanos ya no ven solución en las "trilerías" con las que pretenden distraernos y que deambulan entre el "no quiero que sea ese" y el "o yo, o el caos"; no les importa bajo que cubilete se halla la bolita de la suerte, que puede ser buena o mala, en realidad lo único que quiere el españolito medio es que el gato cace ratones.

Pero por favor no echen ya más la culpa a esa parte, para ustedes colgante, innecesario y casi prescindible, de la sociedad que es la que sufre sus decisiones o la falta de ellas, y que tal parece tan merecedora de su desprecio, pues la culpa no es de ella sino de quienes la llevan detrás del resto del cuerpo por lugares peligrosos, tan llenos de depredadores como faltos de verdadero refugio. Así que, señores políticos, dejen de echar el rabo a los perros que detrás de él iremos todos al desastre y pónganse a trabajar, que para eso, y solo para eso, han sido temporalmente contratados.

Compartir el artículo

stats