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Joan Riera

Tempus est iocundum

Joan Riera

De cultura, políticos e incultos

La consellera de Presidencia, Cultura (al parecer) e Igualdad dirigió el jueves una epístola al público que asistió al último de los conciertos de la Simfònica en el Castell de Bellver. Pilar Costa se refiere a la orquesta como ”un vehículo cultural y social esencial para nuestra comunidad” que “tiene la voluntad de ser cercana y de establecer fuertes vínculos con la sociedad a la que se dirige”. Si tenemos en cuenta que hace un lustro José Ramon Bauzá, hijo de músico, estuvo a punto de cargársela suena afinado que la responsable política mire al futuro. En concreto hacia el 30 aniversario de la formación, que se celebra el 30 de septiembre. Más lejos, hasta 1947, si nos remontamos a los tiempos de Eaktai Ahn, Promete dar “el impulso definitivo a la nueva sede” y anima a seguir trabajando “para atraer nuevos públicos y hacer llegar a más gente el patrimonio musical clásico y contemporáneo”.

Claudia Darder entrevista en Diario de Mallorca a Catalina Solivellas, delegada de Costa para la cosa de las letras, la plástica y la música. La actriz metida a gestora política afirma que uno de sus objetivos es “democratizar la cultura”. Muestra su convicción de que “solo a través de la cultura se pueden equiparar las personas. Una persona inculta no tiene las mismas oportunidades que una culta”.

Estaba a punto de ovacionar a ambas hasta que recordé la máxima número uno del periodismo: de lo dicho por un político a lo hecho dista un trecho que va hasta el infinito y más allá.

Además, había leído las declaraciones de Bel Busquets, responsable de la cosa cultural en el Consell. Calificaba de demasiado “castellanocentrista” la labor de Carlos Forteza al frente del Teatre Principal. Sus palabras suponían un doble patinazo. El primero por ignorancia: el Principal ha programado en castellano, pero se han cumplido holgadamente las medias exigibles a una institución que debe velar por la promoción del catalán. Solo por poner un ejemplo, en cuatro años se han programado al menos tres óperas escritas por mallorquines. Y no es fácil encontrar repertorio insular. Son Antoni Parera Fons, Antoni Literes y Pere Miquel Marqués. Y las representaciones a las que por razones presupuestarias o de agenda asistí me sonaron a italiano. El segundo patinazo de Busquets es ideológico, la cultura debe enraizar con fuerza en la tierra en la que se genera, pero siempre, absolutamente siempre, debe tender a la universalidad.

Los nuevos gobiernos autonómicos, insular y locales están dando los primeros pasos del próximo cuatrienio. Aunque nadie mente la soga en casa del ahorcado, se acercan tiempos de nuevos recortes presupuestarios. La cultura está entre las primeras damnificadas cuando llega Hacienda con las tijeras. No se trata de extender un manto de pesimismo, pero sí de constatar un factor a tener muy en cuenta.

En cualquier caso, los políticos de la cosa cultural harán bien en defender con uñas y dientes algo que enriquece al ser humano más que el dinero. También se agradecerá que hagan un esfuerzo para que, como dice Solivellas, “llegue a todo el mundo”. Algo difícil cuando hay miles de mallorquines que solo creen en la de la cerveza. Sin embargo, lo más importante es que se alejen de los vividores de la cultura. Son gente con gran capacidad de seducción, pero sin ningún interés que vaya mucho más allá de engrosar su cuenta corriente. Sanguijuelas que chupan el presupuesto público sin sentirse obligados a rendir cuentas, porque son unos genios, ante nada ni nadie. Son más peligrosos que los de Hacienda y los incultos juntos.

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