Diario de Mallorca

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El estudio llevado a cabo por Gadeso de las opiniones de los turistas que llegan a este archipiélago en la temporada actual, sacado a la luz por Diario de Mallorca el lunes de esta semana, pone de manifiesto que los visitantes vienen en su mayor parte atraídos por el sol, la playa y los bajos precios. Como no he leído el trabajo original, no sé si el alcohol, aunque sea de garrafón, se suma a la fórmula pero lo que si ha trascendido es que empeoran los comentarios de los turistas sobre las carreteras y los aparcamientos y baja la valoración dada a los entornos naturales y medioambientales. No deja de ser sorprendente esto último, habida cuenta de que a quien busca tostarse al sol, con no poco riesgo de quemaduras de primer o segundo grado, le deberían importar poco las maravillas de la naturaleza. Pero es lo que hay.

Como síntesis, el estudio concluye que los turistas están satisfechos aunque las notas que nos dan bajan algo. Y Gadeso propone para mantener la competitividad que se ofrezcan alternativas al modelo tradicional que nos ha llevado a la masificación turística. Algo que estaría muy bien si no fuese por dos circunstancias. La primera que, desde que tengo uso de razón, llevo oyendo que hay que diversificar la oferta turística, aumentar las propuestas deportivas y culturas y promover la desestacionalización para que lleguen visitantes también en los meses de primavera, otoño e invierno. La segunda clave consiste en que nadie ha acertado a llevar a cabo ninguna de esas soluciones, que se antojan ya remedios de Pero Grullo. Y cuando o bien la iniciativa pública, la privada o ambas de la mano inventan algo, el resultado es descorazonador. ¿Habría que acordarse una vez más de las cifras de visitantes que recibe la Fundació Pilar i Joan Miró y compararlas con las de cualquier discoteca de medio pelo?

Pero lo más divertido de todo -por no decir lo más patético- es que ahuecamos la voz para reclamar que la masificación turística se controle algo, porque desaparecer, la verdad, no parece que sea posible, y en cuanto aparecen perspectivas de que afloja la demanda saltan todas las alarmas. Con lo que parece que poco sentido tiene advertir una vez más que viene el lobo, que la gallina de los huevos de oro anda maltrecha y que cargarnos más las islas -Menorca sobre todo, que de momento se libra por los pelos- puede llevar al drama. Eso lo sabemos por activa y por pasiva pero seguimos como siempre, temblando a la que las reservas anticipadas apuntan de manera tímida a la baja. Siendo así, va a ser cuestión de sugerir a quienes llevan a cabo los estudios socioeconómicos que cambien sus métodos. Que no pregunten más a los visitantes sino a nosotros. Y que dirijan sus esfuerzos a averiguar no cuál es nuestra percepción teórica del mejor modelo de negocio turístico que podría existir en el archipiélago sino por qué razón hacemos siempre lo contrario.

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