Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Antonio Papell

Anhelos bipartidistas

Parece evidente que Casado entiende perfectamente que le conviene trabajar en favor de la recuperación de la vieja dialéctica del turnismo de partidos que hubo en la Restauración

" Usted y yo tenemos una tarea común por delante: ensanchar el espacio de la moderación y hacerlo tan grande que, de nuevo, puedan ganar en él socialistas y populares".

Pablo Casado dirigiéndose a Pedro Sánchez en su intervención del 25 de julio, poco antes del fracaso de la moción de investidura de este.

Los nuevos partidos, primero Ciudadanos y después Podemos -la irrupción de Vox ha sido mucho más reciente, y aunque su génesis tiene las mismas causas, todavía es pronto para valorar su actuación-, nacieron por la gran crisis global, particularmente grave y dañina en España, que desacreditó a partir de 2008 a los partidos tradicionales, que desde la Constitución y hasta entonces habían gestionado son solvencia, a los ojos de una clara mayoría, el Estado español. La "nueva política", término que se acuñó sobre todo cuando Podemos hizo acto de presencia, representaba no sólo la llegada de nuevas ideas -muchos intelectuales de las generaciones emergentes y algunos de las ya instaladas leyeron embelesados En defensa del populismo, de Carlos Fernández Liria, con un atractivo prólogo de Luis Alegre- sino la renovación de la clase política, envejecida, de la Transición, a la que se incorporaron gentes como Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, que hasta entonces no habían formado parte del establishment.

Aun sin ánimo de analizar a fondo este fenómeno, que requeriría muchos matices, era claro que el PSOE, que había tenido que renunciar a sus políticas para practicar una austeridad frustrante, mientras trataba de gestionar el dramático empeoramiento del mercado laboral bajo la tutela de Bruselas y del G-20, salía muy desacreditado de la aventura; Zapatero, acuciado por las críticas, tuvo que adelantar las elecciones generales de 2012 a 2011 y su sucesor, Pérez Rubalcaba, pese a sus innegables dotes, cosechó el peor resultado del PSOE en toda la etapa democrática. El PP, por su parte, no tuvo más remedio a su llegada que dar nuevas vueltas de tuerca al ajuste, mientras se veía obligado a rescatar las Cajas de Ahorros, al tiempo que aparecía una acumulación creciente de destructivos casos de corrupción? En aquellas condiciones, no extraño que tanto Podemos como Ciudadanos consiguieran representación significativa en las elecciones europeas de 2014 y unos grupos parlamentarios importantes en las elecciones generales de diciembre de 2015, que supusieron el final del bipartidismo imperfecto.

Aquel cambio introdujo al sistema en una inquietante inestabilidad, que obligó a repetir las elecciones generales en junio de 2016, que fracturó al PSOE por discrepancias en la estrategia más conveniente para el partido, y que dio lugar a la moción de censura de mediados de 2018, que dio el poder a Pedro Sánchez.

Las elecciones generales del 28-A han mantenido básicamente el esquema multipartidista, aunque han elevado significativamente la representación del PSOE, muy lejos todavía de la mayoría absoluta, con lo que la investidura presidencial ha fracasado porque no se ha podido/querido superar la dificultad de formar una coalición. Sánchez y el PSOE no han disimulado su disgusto ante la expectativa de incluir en el gobierno a Unidas Podemos, que si al comienzo de la negociación, celebrada ex profeso a última hora, exigió la luna, al final rebajó sensiblemente sus condiciones, pese a lo cual Sánchez optó por la ruptura. A todas luces, el socialismo y la mayoría de sus cuadros dirigentes ven con alivio el fracaso de la coalición, por lo que el desenlace del actual bloqueo pasa por un simple pacto de legislatura PSOE-UP (al que se sume ERC con su abstención y alguna otra minoría) o por nuevas elecciones el 10 de noviembre.

Otra opción sería que el PP, que pese a su mal momento ha conseguido mantener el liderazgo de la oposición, facilitase al PSOE la investidura, pero tampoco esta posibilidad está en la cultura política de estos cuarenta años. La clientela del PP no entendería que los conservadores facilitaran la gobernabilidad sirviendo lealmente al modelo constitucional en un turnismo semejante al de la Restauración (la verdad es que la alternancia entre Cánovas y Sagasta no fue precisamente ejemplar), pero parece evidente que Casado entiende perfectamente que le conviene trabajar en favor de la recuperación de la vieja dialéctica. Sólo así se entendería la frase clave que encabeza estas líneas.

Compartir el artículo

stats