Eran las 2:56 de la hora internacional UTC, las 3:56 horas en España, de la madrugada del 21 de julio de 1969, cuando el astronauta Neil Armstrong, puso el pie encima la superficie de la Luna, en el Mar de la Tranquilidad. Ahora hace 50 años. Era el momento culminante del PROGRAMA APOLO que los americanos habían puesto en marcha 8 años antes. Era un momento anunciado y esperado en todo el mundo.

Armstrong salió del Módulo Lunar llamado Águila, seis horas y media después de posarse suavemente sobre la superficie de la Luna. Bajando por la escalerilla activó la cámara de televisión que retransmitió las imágenes a todo el mundo y describió lo que veía: “Estoy al pie de la escalerilla. Las patas del Águila solo han hundido la superficie unos cuántos centímetros. La superficie parece ser de grano muy fino, cuando se la ve de cerca. Es casi un polvo fino, muy fino.”. Y al pisar la Luna dijo la famosa frase: "Un pequeño paso para un hombre, un salto de gigante para la Humanidad".

El centro de control de Houston comprobó como las pulsaciones de aquel hombre tranquilo subían de las 77, que eran habituales en él, hasta las 156. Los centenares de ingenieros que controlaban las operaciones y de periodistas que retransmitían la noticia a todo el mundo (era la primera vez que esto sucedía, se estimaron más de 500 millones de espectadores), aplaudieron emocionados. Lo pudimos ver y escuchar en las televisiones en blanco y negro de aquellos tiempos. Las comunicaciones entre el Águila, el Módulo de Mando llamado Columbia, que estaba dando vueltas a la Luna, y Houston, fueron perfectas todo el tiempo.

Edwin Aldrin fue el segundo hombre en pisar la Luna. También él tuvo su momento de gloria ante las cámaras de televisión. Desde el Águila hizo una foto a Armstrong y comentó “Desde aquí se aprecia un panorama bellísimo. Es un poco parecido a algunos desiertos de los Estados Unidos”. El tercer astronauta, Michael Collins, dentro del Columbia, preparaba el momento de rescatarlos para el viaje de vuelta a la Tierra.

Un poco más tarde, Wernher von Braun, director del Centro Espacial de Houston, donde habían desarrollado el grandioso cohete Saturno V, decía que “la exploración lunar es la culminación de muchos años de esfuerzo, esperanzas y sueños. No olvido que los astronautas todavía no han vuelto, por lo cual será conveniente aplazar las celebraciones, pero creo que todo culminará a la perfección”.

El paseo por la Luna duró poco más de dos horas, los dos astronautas recogieron 23 kilos de rocas, montaron una cámara de televisión, un reflector para poder medir la distancia exacta entre la Tierra y la Luna y un sismógrafo. Descansaron un rato antes de empezar el viaje de vuelta, permaneciendo 21 horas y media en la Luna.

El encendido del único motor de despegue era un momento crítico, puesto que no se había podido probar en condiciones reales, y se hizo sin complicaciones; la sección inferior del Águila quedó en la superficie de la Luna y en siete minutos el módulo entró en órbita lunar. Se fue acercando al Columbia y tres horas y media después volaban en formación. El Águila giró para encararse con el Columbia y se acercó hasta que los garfios de atraque actuaron y ambos módulos quedaron acoplados. Armstrong y Aldrin pasaron al Columbia y el Águila fue abandonado, cayendo sobre la superficie lunar.

Mientras los astronautas americanos estaban encima la Luna, el satélite soviético “Luna XV” sobrevoló el lugar donde se encontraba el Águila. Han surgido dos teorías sobre la misteriosa presencia rusa: que lo hizo para espiar a los exploradores norteamericanos o para rescatarlos en el supuesto de que fracasara su despegue de la superficie lunar.

El viaje duró 8 días en total. En la Tierra les esperaban 16 días de cuarentena y la gloría.

El triunfo de la ciencia y la técnica sobre las supersticiones humanas que durante siglos han amordazado el progreso, se había sentido de nuevo. Un acontecimiento que se recordará como uno de los momentos estelares de la historia de la Humanidad; posiblemente como uno de los más importantes del siglo XX.

Dos días después, el director del Centro Espacial de Alabama, donde habían desarrollado los módulos Águila y Columbia, y las equipos de los astronautas, Bob Gilruth, manifestó que “los astronautas han demostrado tener más movilidad y se han podido mover más rápidamente y con mayor facilidad de lo que esperábamos ... han utilizado solamente la tercera parte del oxígeno y del agua refrigeradora que llevaban en sus trajes espaciales ... parece que el hombre podrá, en futuras exploraciones lunares, andar mucho más del que esperábamos ...”

El Dr. Andrés Ripoll, el ingeniero mallorquín fundador y primer director del Centro Europeo de Astronautas, situado en Alemania, calificó aquellos tres primeros astronautas de héroes: “Si fue sorprendente que ingenieros, gestores y médicos fueran capaces de desarrollar los sistemas para llevar el hombre a la Luna en menos de una década, fue más sorprendente encontrar las personas dispuestas y aptas para ir. Los primeros astronautas fueron seleccionados teniendo en cuenta tres aspectos: el aspecto político del prestigio (pilotos militares destacados, el único requisito impuesto por la Casa Blanca), el aspecto fisiológico (se buscaron superhombres), y el aspecto psíquico técnico de destreza en situaciones extremas ... los astronautas actuales son simplemente profesionales muy especiales ...”.

El año 2011, en una entrevista en el canal de televisión CPA Australia, Armstrong, con 81 años, confesó que “Un mes antes del lanzamiento de Apolo 11, el equipo decidió que se podría intentar un alunizaje. Pensé que teníamos una probabilidad del 90% de volver vivos a la Tierra, pero solo del 50% de poder llevar a cabo el alunizaje. Había una gran probabilidad que hubiera algo allá que no se hubiera entendido bien y que hiciera falta abortar la misión y volver a la Tierra sin alunizar”. No sabían muy bien con que se iban a encontrar en el Mar de la Tranquilidad, ni siquiera si la superficie de la Luna aguantaría el Módulo Lunar o se hundiría. Y lo que allá se encontraron eran “pendientes empinadas y rocas del tamaño de automóviles ... el lugar previsto para posarse no era un buen lugar en absoluto ... apagué el control automático y tomé el control manual del Módulo Lunar … lo volé como un helicóptero … había muchas rocas ... hasta que encontré una zona adecuada y pude bajar antes de que nos quedáramos sin combustible ... solo teníamos para 20 según más”. También confesó que la famosa frase “un pequeño paso para un hombre, un salto de gigante por la humanidad” la habían pensado su mujer y él, poco antes de empezar la misión.

Armstrong era ingeniero aeronáutico y piloto. Había participado en más de 70 misiones de combate y había volado más de 200 aparatos avanzados. Voló en el espacio por primera vez el 1966 en la cápsula GEMINIS 8. Después del viaje del Apolo 11 no volvió a volar y se dedicó a dar clases de ingeniería, implicándose siempre en la política espacial americana. Fue una persona reservada, que huyó siempre de la fama. Cuando murió, a los 82 años, después de una operación de corazón en la que le hicieron un bypass, Edwin Aldrin dijo “era el mejor y lo echaré de menos terriblemente”.

Continuará:

Parte 2. “Circunstancias en las que los americanos enviaron 12 hombres a la Luna”

Parte 3. “Repercusiones del programa Apolo en la vida en la Tierra”