Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ramón Aguiló

Lucha de relatos

Lo escandaloso de las tomas de posición sobre la contienda es que no se atiende a lo relevante, el relato de la lucha, sino a la lucha de relatos, generoso el de Sánchez, sacrificado el de Iglesias.

La contienda entre Sánchez e Iglesias se extiende a la prensa, en cuyas columnas, partidarios de uno y otro esgrimen con maestría sus floretes lanzando estocadas a diestro y siniestro. Aunque hay que precisar que los articulistas más influyentes se decantan mayoritariamente por el doctor Sánchez. No porque piensen que el tocado por la sonrisa del destino sea el estadista que la democracia española ha conseguido alumbrar tras cuarenta años de virtuosa gobernanza, sino por el temor que inspira la figura anacrónica del antiguo Savonarola de Vallecas, hoy convertido en el reformista de Galapagar. Según ellos, Sánchez es la quintaesencia de la socialdemocracia, la izquierda moderada, el garante de la estabilidad, casi la salvación de Europa. Iglesias representa la inestabilidad, la caída de la monarquía, la destrucción de España, la resurrección, tras más de doscientos años, del Terror de Saint-Just y Robespierre. Nada de lo anterior creo que tenga que ver con estos personajes. A lo más que llegan es a eximios representantes de un sistema político degradado, incapaz, tras más de cuarenta años, de haber dado paso sino a líderes de medio pelo que, escudados tras palabras que ya nada significan, enamorados del sonido de su propia voz, alientan tan solo ambiciones que satisfagan sus pueriles egolatrías. Lo escandaloso de las tomas de posición es que no se atiende a lo relevante, que es el relato de la lucha, sino a la lucha de los relatos; generoso el de Sánchez, sacrificado el de Iglesias.

Examinemos los argumentos. Son plausibles los de Sánchez, que existen importantes diferencias con Unidas Podemos en cuestiones de Estado: la monarquía, el referéndum de autodeterminación en Cataluña, la plurinacionalidad de España, la posible necesidad de utilización del artículo 155 tras la sentencia del Tribunal Supremo, la exigencia de UP de derogación de la reforma laboral del PP. Aparte de que Iglesias ya ha prometido lealtad a la presidencia del gobierno en estos temas de Estado, hay que recordar que no hace más de cinco años, Sánchez, aparte de propugnar la eliminación del ministerio de Defensa, afirmaba, a la par que Iceta, que España era una nación de naciones; que Cataluña era una nación; propugnaba un federalismo asimétrico con blindaje competencial en economía, cultura y educación. El PSC quería un referéndum de autodeterminación pactado; Meritxell Batet, presidenta del Senado y fervorosa seguidora de Sánchez, votó en el Congreso a favor del mismo. En junio de 2017 Sánchez estaba en contra de la aplicación del artículo 155. También incorporaba Sánchez en su programa electoral la promesa de derogación de la reforma laboral de Rajoy. En todas estas cuestiones, tan trascendentes y tan similares a las que defiende Iglesias, o bien ha cambiado en un corto espacio de tiempo, o, simplemente, han decaído como elementos de combate en la lucha contra UP una vez evitado el sorpasso; ahora, se sacan nuevos conejos de la chistera, o, conquistada otra vez la hegemonía en la izquierda, se retorna a las posiciones clásicas del PSOE. La retórica a la que debe su poder en el PSOE es la misma que le imposibilita la gestión del gobierno. ¿Por qué serían las posiciones de Iglesias, tan parecidas a las del Sánchez de hace poco insalvables para un gobierno de coalición? Ignora este último la sentencia de Mirabeau: “Los jacobinos en el ministerio (de la Gironda) no serían ministros jacobinos”. Las coaliciones se realizan entre diferentes, no entre iguales, con cesiones mutuas, y nadie está legitimado, sin razones objetivas, para vetar a nadie. Dice Sánchez que Iglesias sólo quiere cargos y que se niega a pactar programas primero. Él, que a falta de 53 diputados para la mayoría absoluta, los quiere todos. Es que el cinismo táctico de Sánchez consistía en llegar a un acuerdo programático previo al rechazo del gobierno de coalición con UP, para poder presentar luego ante la opinión pública el relato de que Iglesias sólo está interesado en ser ministro, o vicepresidente, como confesó ayer mismo Sánchez a Ferreras; que traiciona un programa pactado de izquierdas porque no se le nombra ministro; que es el culpable del fracaso de la investidura. Por eso Iglesias se ha negado al cronograma-trampa de Sánchez, y ha pugnado por abordar simultáneamente programa y formación de gobierno, al tiempo que ha organizado a su vez una consulta-trampa a la militancia que bendiga, al modo del chalé, su no es no a Sánchez.

Estoy convencido de que un gobierno de coalición entre PSOE y UP sería muy negativo para España, pero eso no obsta para que pueda entender que toda esa representación, dibujada por Iván Redondo, el gurú de La Moncloa, obedece exclusivamente al doble objetivo de Sánchez: uno, estratégico, de recuperar el electorado que se fugó a UP, devolviendo a ese partido al respaldo electoral de IU y el PCE, recuperando para el PSOE una horquilla de entre 130- 160 diputados que asegure su acceso al gobierno pactando con los nacionalistas; y otro, a más corto plazo, de conseguir un gobierno en solitario del PSOE, sea con las abstenciones del PP o de Ciudadanos, sea con la de UP, con los votos positivos de los independentistas. Si ello no es posible, persigue las elecciones anticipadas en noviembre, lo que en estos momentos parece lo más probable, con el descaro político de rechazarlas absolutamente, con el trampantojo de que quien las ha propiciado no ha sido él ni el PSOE, sino precisamente Iglesias y UP al impedir por segunda vez un gobierno de “izquierdas” para España. El cinismo de Sánchez desemboca en la desvergüenza sectaria de la propietaria del copyright feminista, Carmen Calvo: “Iglesias forma un frente de obstrucción al sistema democrático con Abascal, Casado y Rivera”. Has perdido los papeles “bonita”.

Compartir el artículo

stats