Diario de Mallorca

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Como una más de las ocurrencias que, casi cada día, suelta el presidente Trump por aquello de no decepcionar a sus seguidores, acaba de sugerir a cuatro mujeres con escaño en el Congreso de Washington que vuelvan a sus países. Ni que decir tiene que ninguna de las cuatro es rubia con ojos azules: si tenemos que ajustarnos a la procedencia étnica, una de ellas es negra -"de color", como exige la corrección política en los Estados Unidos, dando a entender que quienes tienen la piel de otro tono carecen de color alguno-, otra latina, con madre procedente de Puerto Rico, la tercera somalí y la cuarta palestina. Pero se da la circunstancia de que tres de ellas nacieron en los Estados Unidos, con lo que resulta complicado dónde quiere enviarlas de vuelta el señor Trump. ¿Al país del que proceden sus antepasados?

Bueno; salvo una minoría muy pequeña y con escasísima representación en los órganos legislativos, los restantes estadounidenses, patriotas o no, partidarios de elevar a Trump a los altares o de cesarlo, tienen unos padres, unos abuelos o, todo lo más, unos bisabuelos que llegaron de otra parte. De convertir la sugerencia del presidente en orden taxativa, el país se iba a quedar despoblado salvo por los descendientes de las tribus indígenas que tanto nos suenan de las películas del Oeste, apaches, comanches y así. Pero incluso sus ancestros, los pobladores más antiguos del continente americano, llegaron allí procedentes de otros lugares, Asia con toda probabilidad, así que parece que al margen de la Casa Blanca iba a extenderse el vacío absoluto. Por cierto, y ya que estamos con lo de los orígenes, ¿dónde nació la Primera Dama, la señora (actual) de Trump?

La relatividad de los derechos de ocupación la puso de manifiesto de forma magistral el director de cine Martin Scorsese en su película Gangs of New York. A mitades del siglo XIX, los irlandeses de la Gran Manzana, que llevaban allí una o dos generaciones, quieren expulsar a los italianos recién llegados a los que llaman intrusos. Ni que decir tiene que esa fórmula es universal y se aplica a rajatabla en los países que tienen ahora mismo conflictos a causa de los inmigrantes ilegales. La coartada resulta siempre la misma: cada ciudad y cada Estado se tiene por propiedad privada de quienes llegaron hace más tiempo. A veces, muy poco; en otros casos, muchísimo. Pero no se trata de fijar criterios temporales de procedencia; con un par de décadas es suficiente.

Como tampoco es cosa de mandar la humanidad entera a Etiopía, si es que los primeros humanos proceden de allí, conviene fijar las reglas que separan legalidad de trampa. La del pasaporte es, hasta el momento, irrebatible y las cuatro congresistas a las que quiere expulsar Trump es obvio que tienen el de Estados Unidos, amén de estar tan integradas allí como para haber sido elegidas en las urnas. Esperemos la ocurrencia del presidente Trump de mañana, a ver si acierta más.

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