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Antonio Papell

Coartadas de la democracia directa

El referéndum, salvo en países de regímenes sofisticados como el suizo, es una institución desacreditada y declinante

Aunque es evidente que la consulta a las bases sobre la investidura del socialista Pedro Sánchez que ha planteado Pablo Iglesias no es más que una coartada para situar al PSOE entre la espada y la pared, es además evidente que la estratagema responde a una cultura asamblearia que poco o nada tiene que ver con la sofisticación parlamentaria de los regímenes occidentales más avanzados. El ardid ideado por el populista Iglesias es, digámoslo claro, un tic chavista, autoritario, muy propio de quienes postulan la llamada democracia directa como alternativa inaceptable de la democracia sin apelativos.

Como es conocido, el pequeño líder de UP, con un sentido del ridículo muy limitado, ha preguntado a las bases cuál es el camino que debe tomar frente a la negativa sanchista a formar un gobierno de coalición con Podemos. Como es sabido, Sánchez le propone un pacto de cooperación "a la portuguesa", que ha dado por cierto un resultado admirable en aquel país: consistiría en un gobierno monocolor socialista, apoyado por otras formaciones vinculadas por un pacto de programa. Pero Iglesias quiere "tocar poder" directamente, quizá convencido de que es su última oportunidad de eludir el riesgo de quedar reducido a la jefatura de una opción marginal como fue siempre IU. Después de haber aspirado a controlar el CNI y la Agencia Tributaria, ahora le gustaría una vicepresidencia. Sánchez se opone porque, entre otras razones, hay entre el PSOE y UP grandes diferencias ideológicas en asuntos clave, como el asunto de Cataluña: UP habla de "presos políticos" y de "exiliados", recurrió ante el Constitucional la aplicación del artículo 155 de la Constitución y siempre se ha mostrado partidario del "derecho a decidir", algo que ningún partido constitucionalista puede admitir.

Pues bien: para que no haya dudas, el líder de UP ha ido al grano y ha ofrecido a los suyos una absurda disyuntiva sobre el apoyo a la investidura: Opción 1: "Llegar a un acuerdo integral de Gobierno de coalición (programático y equipos), sin vetos, donde las fuerzas de la coalición tengan una representación razonablemente proporcional a sus votos". Y opción 2: "La propuesta del PSOE: un Gobierno diseñado únicamente por el PSOE, colaboración en niveles administrativos subordinados al Gobierno y acuerdo programático".

Las asimetría es tan estridente que la consulta bloquea toda posibilidad de negociar algo con el PSOE, y es de imaginar que muchos de los antiguos militantes de Podemos se llevarán una vez más las manos a la cabeza por l puerilidad de la estrategia (las críticas más resonantes han sido las de Ramón Espinar y Teresa Rodríguez). Es obvio que una consulta en estos términos, en que se obliga a los seguidores a elegir entre Iglesias y el diluvio universal, constituye una burla, una falta de respeto a la militancia.

A algunos nos ha venido a la mente aquel inefable referéndum que convocó Franco el 14 de diciembre de 1966 para ratificar la ley orgánica del Estado, una especie de constitución autoritaria cuyo avance más aperturista era que el dictador ya no ejercería de jefe de gobierno sino que delegaría esta función en otra persona nombrada por él mismo y refrendada por las Cortes no democráticas. También entonces la disyuntiva era risible puesto que se daba a elegir entre la maravilla del sistema dictatorial evolucionado y el abismo, indeterminado pero muy oscuro.

Pues bien: nada tiene que ver nuestro presente pletórico con aquel pasado triste y oscuro, pero la democracia directa sigue siendo un producto manipulable que continúa ofendiendo a la inteligencia. El sí abrumador a aquella ley orgánica del Estado, que fue del 95,6%, no legitimó en absoluto al dictador ni a su régimen. Por eso, las grandes democracias nacidas bajo el impulso de la Revolución Francesa son parlamentarias. El referéndum, salvo en países de regímenes sofisticados como el suizo, es una institución desacreditada y declinante, que genera muchos más problemas de los que resuelve y que hay que mirar con extremo recelo la mayoría de las veces. Iglesias, que en un alarde reciente ya sometió a referéndum la compra de su propia casa, persiste en el error, un minuto antes de abismarse en la inanidad.

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